La vida de los otros

 

¿Puede haber alguien que piense que, por su título, esta gran película, pueda ser comparada con un “reality show”?

En realidad la película nos muestra el espionaje en la Alemania del Este bajo el mandato de Erich Honecker antes de la caída del muro de Berlín. Asistimos sentados en nuestra cómoda butaca a la contemplación de «la vida de los otros» a través del personaje principal, leal defensor del régimen y profesor de espionaje. Observamos lo que el espía observa y escucha mediante cámaras y micrófonos ocultos colocados en el piso de una pareja: él escritor de obras de teatro y ella su actriz principal y su novia.

Bajo mi punto de vista, esta es la similitud, en cuanto a la forma, con los famosos realitys que todo el mundo ve aunque lo niegue. Un género televisivo en el que se muestra lo que le ocurre a personas reales con el fin de interactuar entre la televisión y el espectador, para lograr mayores índices de audiencia. La cámara registra a todos los personajes y sus historias presuntamente tomadas de la vida cotidiana.

Pero lo que este joven director: Florian Henckel von Donnersmarck, de 2,05 metros de altura, nos ofrece en su debut, es una obra maestra cuidada al detalle con una estética austera y un imposible presupuesto. Con una perfecta forma de narrar y una elegancia en la descripción de personajes nos describe la situación de opresión de toda una sociedad y los padecimientos más íntimos de algunos individuos como la de este agente de la Stasi que, a fuerza de observar la apertura de miras de sus vigilados, va cambiando su concepción de la realidad que le rodea.

Este joven director cuenta también que, buscando desesperadamente un guión para sus clases de la Escuela de Cine de Munich. Extenuado, se recostó en el suelo de su cuarto de estudiante para escuchar a Beethoven. Lenín, pensó, evitaba oír la Appassionata de Beethoven porque le emocionaba tanto que temía que le hiciera demasiado «blando» para la revolución. De repente, este joven director empieza a ver imágenes. Ve a un hombre que lleva unos inmensos auriculares. Es espía y está escuchando a su víctima, que toca el piano con una belleza fascinante y en pocos minutos en la mente de Florian Henckel von Donnersmarck se despliega una historia.

Os confieso que cuando salí de verla, nada en ella me recordó los realitys. Agradecí íntimamente a todos los que se arriesgan en este difícil arte que es el cine, para contarnos estas historias reales, como también la que nos representa en los Oscar El laberinto del fauno, que muestra la intolerancia y el totalitarismo de nuestro pasado reciente y que cuesta tanto combatir hoy día.

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