Literatura y Cine / Cine y Literatura

 

 ¿Por qué es tan difícil que te guste una película si antes has leído el libro en el que se basa?

La fascinación que ejerce sobre nosotros una buena novela podemos compararla a la que siente el arqueólogo al encontrar un fragmento de cerámica. A partir de él puede imaginar una totalidad. Cuando esa historia es trasladada a la pantalla puede no ser la imaginada por nosotros o puede completar lo leído y a veces mejorarlo. Buscar la geografía íntima de Virginia Woolf, después de leer su novela Orlando, es un acicate que nos puede llevar a visionar la película. La casa de 365 habitaciones de Orlando no es otra que Knole, la mansión familiar en la que había nacido (1892) Victoria (Vita) Sackville-West, poetisa y cómplice de la novelista.

 

Virginia recrea en las páginas de este libro la historia de esta mujer, sus ancestros y su personalidad. Vita se casó en Knole con Harol Nicolson, con quien compartiría 50 años de un matrimonio cómplice, ambos homosexuales. Pero hubo de abandonar la mansión familiar por lo que ella con sorna definía como un «fallo técnico». Al morir su padre, la herencia de la propiedad continuó por línea masculina. Y Knole pasó a manos de su tío. Virginia en su novela hace regresar a su personaje a la casa, era una manera de desagraviar a su amiga.

Orlando, es la historia de un ser andrógino, que nace niño y tras diversos sufrimientos se convierte en mujer. Alter ego de su amiga Vita, con quien Virginia mantuvo un intenso amor. Vita se nos presenta a través del personaje como un ser delicadísimo, que sufre transformaciones a cada golpe. En cambio, Virginia es el ser poderoso, justo lo contrario de lo que representaban en la realidad. Virginia Woolf dedicó la novela a Vita. Y Vita Sackville-West dedicó a Virginia su poema Sissinghurt. Nombre del singular jardín creado en 1930 por Vita y su marido. Un jardín que a su vez dividieron en zonas independientes pero enlazadas. De este modo cada una de las  partes tenía su propio carácter y su particular belleza.

La relación de las dos escritoras acabó en 1935. No obstante cuando las bombas ya caen sobre los Woolf, alrededor de 1940, Virginia recibe un agradable y comestible regalo de la granja de Vita, a quien escribe una carta agradecida.

Todo cuanto puedo decir es que cuando descubrimos la mantequilla en la caja hicimos que la familia -es decir Louie- entrara a mirarla. Es una libra entera, dije…Has olvidado como sabe la mantequilla. Por tanto te lo contaré: es algo entre rocío y miel. ¡Felicita a las vacas de mi parte!…No creo que nada me parezca importante excepto esto. Es cierto que todos nuestros libros llegan de la casa en ruinas mañana: maltrechos y llenos de moho… pero son menudencias. Caen bombas cerca… tonterías; han derribado un avión en el pantano: tonterías; malditas inundaciones… no, nada parece una corona de laurel apropiada en el pedestal de tu mantequilla…

 

Virginia después de dar sus flores más bellas en sus páginas se hundió y Vita, la jardinera que la había regado en su momento de mayor esplendor, se fue con sus perros y su eterno Sr. Nicolson a su castillo en el condado de Kent donde seguiría plantando y trasplantando, escribiendo y segando, dando cenas, luciendo perlas y recibiendo a sus amigas hasta el final de sus días, en 1962. En el castillo, que se puede visitar en el condado de Kent, la habitación que fue de Vita permanece inalterable. Sobre el escritorio hay una fotografía de las hermanas Brontë y un retrato de Vrginia Woolf.

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