Mujer contra mujer (y contra todo lo que se ponga por medio)

 

En un programa de testimonios sudamericano preguntaron a un niño su opinión sobre las féminas. El angelito, con gran persuasión en el tono y en el acento respondió así:

«¿Las niñas…? Te putean, te insultan, te pegan… y cuando se pelean entre ellas de verdad que es para filmarlo»

Que nadie me malinterprete: por supuesto, estoy en contra de cualquier violencia (verbal y física) . Sin embargo, hay en ciertos conflictos femeninos una esencia sublime, una capacidad mnemotécnica y estratégica, dignas de admiración. 

Para tranquilizar al respetable diré que obviamente no me refiero a los consabidos enganchones de pelos ni a los improperios entre dos vecinas del quinto. Tampoco hablo de la lucha fangosa de dos hembras, erotizada por unos cuantos  discípulos de Lucía Lapiedra. No, lo arriba descrito es una «pelea».  Simboliza la fiereza del cuerpo a cuerpo, los instintos más primigenios y no aporta nada al espíritu.

Lo que yo apunto tiene la enjundia de un Napoleón versus Alejandro y se centra en la palabra, poderosa kalashnikov.

Y para muestra, he aquí dos botones:

«Adela: ¡Calla!

Poncia: No callo.

Adela: Métete en tus cosas. ¡Oledora!, ¡pérfida!

Poncia: ¡Sombra tuya he de ser!

Adela: En vez de limpiar la casa y acostarte para rezar a tus muertos,buscas como una vieja marrana asuntos de hombres y mujeres para babosear en ellos.

Poncia: ¡Velo!, para que las gentes no escupan al pasar por esa puerta.»

Sí, es un fragmento de La casa de Bernarda Alba.

Lorca, como muchos otros autores supo ver en el conflicto femenino una fuente de inspiración literaria y creación de complejos personajes. Sus mujeres, cuando discuten no se limitan a insultarse si no que cada aguijón lanzado contiene un veneno que merece la pena ser analizado. Adela grita «oledora», peculiar insulto que esconde otros muchos.

¿Quiénes se dedican a «oler» y a «husmear»? En efecto, los animales. Huelen al desconocido, la ovulación de la mujer y el suelo en busca de alimento. Para Adela, Poncia es ese perrucho hambriento de carnaza, sediento de historias escabrosas que palíen su monótona y tediosa existencia.

Fijaos como con un simple «oledora» Adela perfila las miserias de la criada.

En definitiva, lo que transmiten estas mujeres es el poder del término oportuno. Se estudian la una a la otra, encuentran los puntos débiles y entonces comienza el ataque verbal más ponzoñoso que la mordedura de una víbora.

(Ya lo decía el niño, que es para filmarlo)

Bien, si Lorca hizo del conflicto femenino un drama, otros autores se lo tomaron como algo más jocoso y crearon piezas que siguen arrancando tiernas sonrisas, risas y alguna que otra carcajada en el teatro. Leamos pues lo que nos dejaron Shakespeare y Rossini en cuestión de muchachas enfurecidas.

 De El sueño de una noche de verano….

«ELENA: ¡Qué vergüenza, qué vergüenza!

                 ¡Arpía, muñeca!

HERMIA: ¿Muñeca? ¿Por qué?

Eso, por ahí va el juego. Ahora me doy cuenta de que ella le ha hecho comparar nuestras estaturas y con toda su persona, su alta persona, con su altura, ha podido con él.

¿Y te has elevado tan alto en su estima, porque yo sea tan enana, tan baja?

¿Qué baja soy yo, pintado palo de mayo? Dí, ¿qué baja soy yo? Pero no soy tan baja que no pueda alcanzarte los ojos con mis uñas.

ELENA: Señores, os lo ruego, por mucho que os burléis de mí, no dejéis que me pegue. Quizás pensaréis que al ser algo más baja que yo, puedo hacerle frente.

HERMIA: ¿Más baja? ¿más baja? ¡Oídla otra vez!

ELENA: Ah, cuando está enojada es maligna y furiosa. Ya era una arpía cuando iba a la escuela y aunque sea pequeña es como un animal salvaje.

HERMIA: ¿Pequeña otra vez?

ELENA: …es como una fiera.

HERMIA: ¿Nada más que baja y pequeña?

ELENA: ¡Vete ya, enana!

HERMIA: ¡Oídla otra vez!

ELENA: Mínimus, como si estuvieras hecha de centinodia.

HERMIA: (a Lisandro) ¿Vas a consentir que me insulte de ese modo?

ELENA: ¡Mamarracho!

HERMIA: ¡Oídla otra vez!

ELENA: ¡Bellota!

HERMIA: ¡Déjame que vaya a ella!

ELENA:  ¿Vas a consentir que me insulte?

HERMIA: ¡Vete ya enana!»

Desde el insulto más asequible (bajita) hasta el más sutil (pintado palo de mayo), las mujeres de Shakespeare se tiran de la lengua con un léxico que da gusto. Observemos lo que hay detrás de «muñeca», «abalorio» y expresiones como «hecha de centinodia».  Esta última perlita de Elena para Hermia hace referencia a una planta del mismo nombre que crece al ras del suelo. Así que ademas de «bajita» la llama «rastrera». Luego tenemos «abalorio», que al contrario de lo que se pueda pensar no es nada positivo. Todo el mundo sabe que un abalorio puede estar hecho de quincalla, ser una cuenta o lentejuela. Por lo tanto, lo que Elena quiere subrayar es la tosquedad y nimiedad que representa Hermia. «Muñeca» se resuelve pronto ya que es algo manipulable, que va de mano en mano. O sea, un juguete manido con formas de mujer al que García Márquez llamaba «pájara de la noche» Puta, leñe, que todo hay que decirlo.

Y dejemos lo mejor para el final por que lo del palo trae cola. Sin aburriros os comento que «la fiesta de los palos» data de los celtas y se solía festejar el primero de mayo. Era una celebración de la fertilidad en la que dulces e inocentes zagalas danzaban alrededor de un poste y enrollaban coloridas cintas de tela.

Lo que simboliza el «poste» lo dejo a vuestra imaginación pero vamos, para «falo», «falo», un palo pintado.

De la fineza de William a la sencillez y agudeza de Rossini sobre el cual ronda una leyenda en la que como no, hay dos muñecas a la gresca. Cuentan que el compositor tenía a su cargo dos sopranos que no cesaban de discutir un día sí y otro también a la hora de los ensayos. El autor, hastiado de tanta pelea les compuso una pieza titulada Duetto buffo di due gatti en la que solo decían «miau». Gracias chicas.

Esta versión es una de las muchas que se cuentan acerca de la creación del famoso duetto (atribuido también a Pearsall) pero para el tema tratado es la mejor traída y, para mi gusto, una de las más verosímiles.

Más allá de relatar casos en la literatura, la música y el cine (El Diablo viste de Prada da para otro artículo), cabe  cuestionarse el porqué de estos encontronazos entre Pepas y Marías. En muchas ocasiones se cree que tras una discusión femenina hay un hombre que la  provoca. Este es el ejemplo  de La casa de Bernarda Alba y Sueño de una noche de verano, salvando las distancias, claro. Bien, en la primera, Pepe el romano es el que hace erupcionar el volcán que las hijas de Alba llevan dentro. Él desata las emociones más extremas de las mujeres en la obra. Así podríamos decir que Pepe provoca deseo, celos, autocompasión y envidia, mucha envidia. Sin embargo, el verdadero causante de los «mejores conflictos» de la obra lleva nombre de mujer y se llama Bernarda. Si ella hubiera dado libertad a sus hijas, éstas habrían podido conocer a otros hombres y no tendrían que disputarse a jirones el único varón que asomaba por la ventana.

Las hijas de Bernarda estaban reprimidas y se armó el belén asi que es mucho más que probable que exista una relación muy estrecha entre represión y conflicto. En el caso que nos lleva la represión es impuesta por Bernarda pero no olvidemos que hay mujeres que se autoreprimen (emocional y sexualmente). Las razones deberíamos preguntárselas a los psicólogos pero me atrevería a afirmar que los prejuicios  sexuales -transmitidos de generación en generación- tienen algo que ver en este fenómeno.

 No obstante, lo que tratamos ahora no son tanto las causas si no la consecuencias de esta autorepresión pues es un hecho comprobado que influye en las relaciones femeninas. Ocurre que la mujer autoreprimida, de forma consciente o inconsciente encuentra a otra a la que culpar o en la que exteriorizar sus propias insatisfacciones, provocando verdaderos estragos. Casi siempre esta diana es un ser más débil, dulce y manipulable que la agresora.  ¿Por qué? No lo sé pero pasa. Bajo mi punto de vista, allí donde haya una mujer con el «perfil reprimido» habrá daños colaterales, frontales, dorsales y radiales.

 De todas formas, no solo de «palos pintados» vive el conflicto femenino. Hoy en día y debido a la incorporación de la mujer a altos cargos, lo que prima en esto son los celos y el abuso de poder. Todo ello aderezado con una excelente manipulación de las emociones como podría ser esta:     

-Ya tienes lo que querías. No has parado hasta conseguir mi ascenso.

-¿Qué? Perdona bonita, pero yo no te he quitado nada. No te confundas.

-¿Cómo?

-Me parece que tienes muy mala memoria. Decias que estabas agobiada, que no sabías si ibas a poder con todo y que temías que el estrés afectase a tu embarazo. Desde luego… Y yo pidiendo tus horas extra para aliviarte y que descansaras. Mira como me lo agradeces….

-Hipócrita, soy yo la que debe decidir cuándo puedo o no trabajar.

-Pero no te pongas así, mujer. Marga, te lo digo desde el cariño: estás nerviosa y

-Ni me toques

–  …necesitas un parón

-Pero qué zorra.

-¡Uy! venga tontina, esto es un arrebato producto de las hormonas. Ahora me gritas pero más adelante me darás las gracias. Lo primero es el bebé. Anda  vete a casa que ya me ocupo yo de tu informe.

Y es aquí cuando queremos agarrarla de los pelos y….  Ah, no que esto era algo sobre conflictos sublimes….

En fin, compañeras, hermanas, madre e hija, amigas, suegra y nuera, la sincera y la sensible, la pija y la chica de barrio, la maleducada y la finolis…. siempre tendrán palabras más, palabras menos y nada ni nadie podrá evitarlo. Y quién sabe si tal vez no se deba evitar porque estos encontronazos verbales forman parte del complejo mundo de las emociones y su aprendizaje. 

Por supuesto y, como decía el niño, muchas de estas disputas son filmables, otras deleznables y la mayoría habituales.

 En cuanto al artista que ha ocasionado esta letanía, cabe darle una mínima esperanza y decirle que, de entre todas las niñas al menos habrá una magnolia de acero que le besará las heridas.

O no.

  Esopo

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