El análisis
– ¡No por favor, no me haga daño! – suplicó en un susurro, con la voz entrecortada, ahogada por el miedo. Pero sus palabras no causaron el efecto deseado por ella. Al contrario, aquel hombre, vestido completamente de blanco, se acercaba lentamente, con el arma en su mano derecha, impasible, dibujando una débil sonrisa en su rostro. Una sonrisa que