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BILLIE HOLIDAY, LA VOZ DEL GUETO

Autor: gloria
Fecha: 11 Ago 2007
Las entrevistas fueron realizadas en la década de los 70 por Linda Kuehl, una periodista que se empeñó en escribir la biografía más completa sobre la cantante. Kuehl acumuló documentación y realizó unas 150 entrevistas (de las que Blackburn ha seleccionado las más interesantes), aunque no logró darle forma coherente a su manuscrito que fue rechazado por los editores. Tras este fracaso, Linda se suicidó tras un concierto de Count Basie, antiguo jefe de Billie.

A pesar de que la cantante dictó en 1956 una autobiografía, «Lady sings the blues» (que sirvió de base a la película «El ocaso de una estrella») la vida de Billie Holiday sigue teniendo muchos episodios oscuros, alentados por la propia imaginación de la estrella, que mentía sin complejos.

Su infancia se caracterizó por la pobreza, la soledad y el maltrato. Su madre, Sadie Fagan, que solo tenía 13 años, fue despedida de la casa en la que trabajaba como sirvienta y su padre las abandonó. Cuando tenía 11 años, después de ser violada por un vecino, tuvo que ingresar en una escuela católica de la que se escapó dos años después para irse con su madre a Nueva York, donde vivieron en un burdel de Harlem. Fue allí, en la vitrola que había en la casa, donde escuchó por primera vez las canciones de Bessie Smith y de Ma Rainey y empezó a interesarse por el jazz. También fue entonces cuando, después de pasar 10 días en un centro de trabajo en la isla de Blakwell al ser arrestada junto con su madre por ejercer la prostitución, juró que nunca más volvería a fregar suelos en la casa de un blanco.

A principios de los años 30 se presentó en un club que buscaba bailarinas. La prueba fue un desastre, pero a instancias del pianista, se atrevió a cantar. Ahí empezó su carrera, aunque no alcanzó la popularidad hasta que, en 1933, el productor John Hammond la introdujo en la orquesta de Benny Goodman con la que tuvo sus primeros éxitos. En los 40, era una estrella. Trabajó con Lester Young (él le puso el apodo de Lady Day), Count Basie y Artie Show y grabó algunos de sus temas más emblemáticos, como el hermoso blues [i]Fine and Mellow [/i]y [i]Strange Fruit[/i], uno de los primeros alegatos antirracistas de la historia del jazz.

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Sin embargo, a partir de 1950 su vida se vino abajo. Billie, que tomó drogas durante casi toda su vida, fue arrestada por posesión de heroína y estuvo 8 meses en prisión. Se convirtió en la yonqui más famosa de los EEUU y sufrió humillaciones constantes: Su tarjeta para trabajar en los clubs de Nueva York fue revocada, lo que le obligó a realizar giras desastrosas por ciudades del sur; las autoridades le exigían que se declarara “delincuente” cada vez que entraba y salía del país, y además fue víctima de una estafa sobre sus ganancias.

Tampoco tuvo mucha suerte con los hombres: su último marido, Louis McKay, un “Justiciero” de la Mafia, dijo de Billie: “Todas las mujeres que he tenido eran grandes personas, buena gente. Y ella va por ahí regalándole el coño a cualquiera… yo no trabajo así. ¡Yo me dedico a vender!”

En 1959 fue condenada a arresto domiciliario por posesión de narcóticos. Billie, que estaba en el hospital, permaneció bajo custodia policial hasta su muerte por cirrósis hepática el 17 de julio de 1959, a los 44 años de edad.

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Que llega el gordo

Autor: yomujer
Fecha: 22 Dic 2006
Me despierto y enciendo la radio. “El 9,…el 7,…el 5,…el 0,…el 2,…el 1,….975.021, 24.000 eurosssss”.

Busco mi cartera corriendo. No la encuentro. Mal comienzo. Mi bolso es un desastre, todo está revuelto y prometo que si me toca la lotería, me compraré uno grande con compartimentos. Eso es una maleta. Bueno, pues es igual, pasearé con maleta por la calle; pero que me aparezca el billetero. ¡Uf!, aquí está. Lo abro y…¡horror!, no hay décimos ni céntimos ni nada. Me robaron, me robaron…Llamo enseguida a la policía. Vaya, que me pase por Comisaría. No puedo, que tengo la pierna escayolada. ¡Anda!, si no salí de casa, ¿cómo me van a robar?.

Sigue la cancioncilla de los números, que se me mete por las orejas, y yo sin saber qué pasa con mis cosas. Cada vez salen premios más altos. Seguro que uno es mío y yo sin enterarme. Ya tendría que estar invitando a cava a todo el barrio. ¡Que vergüenza!, pensarán que soy una cutre. Calma, calma, que aun no salió el gordo. Para gordo el vecino de enfrente, que me tira los tejos, aunque más bien son ladrillos, pues como que muy fino no es el tío. ¿Cómo que fino?. Si está como una vaca; bueno, como un toro. No, toro no, que parece que suena a un chico cachas. Pues como…A mí que diablos me importa ahora el vecino: yo quiero lo mío y mi premio.

Ya estoy calmada, venga; pero ¿en dónde rayos están mi dinero, mis tarjetas, mis fotos, mis documentos y mis participaciones?. ¡Con la pasta que me gasté al comprarlas!. Es verdad, me lo gasté todo, no quedaba ni un euro en la cartera. ¡Que cabeza la mía!.

Voy a la pata coja al dormitorio de mi hija. Me doy cuenta de que salto al ritmo de la musiquilla esa de la radio. Ya me está cargando, eh.

Ella dormida tan tranquila y su madre desesperada. ¡Que egoísta!. La sacudo y pega un brinco preguntando qué pasa. Pues qué va a pasar, que no tengo ni para pipas, que se quedará sin el viaje que le prometí y sin el coche y sin…y sin…!Ahhh!, mis cosas. Están en su mesa. La mato, la mato. Está bien, no la mataré que no disfrutaré de lo que me tocó. Encima me pide que apague la radio porque le raya. No, no me da la gana, van a decir mi premio. Está rematadamente loca.

Es cierto, ella me dijo que le dejase todo, que tenía una sorpresa. Me mira raro, no sé por qué. Da igual, ya tengo mis cien números. Los beso, los abrazo. Se me arrugaron todos, jo. No importa, los estiro y si hace falta, los plancho. Eso, los voy a planchar, para que al presentarlos estén bien curiositos. ¡Ay!, que feliz soy.

¡Socorro!, que se me quema. Claro, estaba la plancha demasiado caliente…estos nervios. ¡Uf!, menos mal que lo salvé. Soy una campeona: salvé mis décimos de la incineración, nada de planchas. Y me dice la muy bruja de la niña que planchada me voy a quedar yo cuando vea que no me toca nada. Hablando de planchas, haré filetes a la plancha hoy, que no tengo tiempo para otra cosa con esto de anotar los números. Pena que no pueda ponerlos con la vocecita tan mona de los niños. Ya tarareo la cantinela.

¡Salió, salió!. Mis manos tiemblan mientras buscan el billete del gordo. Me compraré un piso grande; mejor una casa con jardín, tendré jardinero y varias señoras que hagan las cosas, y piscina y sauna, y… un apartamento a todo lujo en la playa y…un yate, y un jet,…

Y…adiós mis sueños y el dinero que me gasté. No me tocó ni la pedrea. Me deprimiré durante una semana. Después a ver si me ligo al gordo. Así, con la lotería del año que viene, tendré dos.

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