La sensación de esta unidad la experimenté al visitar estos días una exposición sobre arte cinético.
La sensación de esta unidad la experimenté al visitar estos días una exposición sobre arte cinético.
Esto sucede por la multiplicidad simultánea de puntos de vista que nos ofrece la obra en sí como por el movimiento, el color y el efecto, a menudo desorientador, que se experimenta al contemplarla.
El arte cinético se basa sobre todo en una utopía: llevar el arte a la vida. De hecho fue uno de los movimientos que más se han acercado a este objetivo, gracias a la influencia que ejerció sobre la sociedad, como fuente de inspiración en ámbitos tan diversos como la industria de la moda, la creación arquitectónica, el mundo de los medios y la creación gráfica. Una de las premisas de los artistas cinéticos era estimular la participación del espectador e implicarle físicamente.
El arte cinético se refiere a aquellas realizaciones cuyo principio básico es el movimiento; esta dinamicidad, virtual o real, mecánica, óptica o ambiental, técnica, cibernética o tecnológica, puede ser prevista por el artista o bien provocada de manera incontrolada, y origina la forma plástica de las realizaciones cinéticas; aquí se introduce el valor espacio-temporal en el núcleo del arte.
Presenta dos modalidades: el cinetismo (movimiento espacial), que se refiere a una modificación espacial perceptible; y el luminismo, que alude al cambio perceptible del color, luminosidad y trama.
El acto fundacional del arte cinético se suele fechar el 6 de abril de 1.955, día en que se inauguró la exposición «le Mouvement» (el Movimiento), organizada por la galería Dense René en París. En ella participaron -junto a artistas ya consolidados como Marcel Duchamp-, Yaacov Agam, Pol Bury, Jesús Soto, Jean Tinguely y Victor Vasarely (el verdadero instigador de la muestra). Y autor de las imágenes que acompañan este artículo.
La muestra sobre este arte se puede visitar en Sevilla hasta el 25 de Marzo en la Plaza de San Francisco 1, sala Caja San Fernando.