La pasión de un gaditano

De nuevo nos visita Rosa, nuestra lectora habitual, esta vez con una reseña biógrafica sobre uno de sus compositores favoritos.  

El 23 de noviembre de 1876 nace en Cádiz Manuel María de los Dolores Falla y Matheu, cuarto hijo de un comerciante originario de Valencia y con ascendencia catalana por vía materna. Con veinte años se trasladó a Madrid para estudiar bajo la dirección de José Tragó, uno de los mejores pianistas españoles de la época, descendiente musical directo de Chopin. Más tarde, también estudio con Felipe Pedrell, que preconizaba el retorno a las fuentes nacionales de la música y la asimilación de la tradición culta europea en un estilo original y auténtico. A esta época pertenecen algunas piezas con influencia de Chopin y Albéniz, arreglos pianísticos de obras de Wagner y zarzuelas compuestas en la tradición italianizante de Barbieri.

De 1907 a 1914 vivió en París, donde frecuentaba a Dukas y Albéniz y se relacionaba con otros músicos, entre ellos Stravinski. Este fue el período clave de su desarrollo, aunque ya entonces mostraba los rasgos básicos de su personalidad.  Dos años antes (1095) había ganado el premio que otorgaba la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando por la composición de una «ópera española» con La vida breve, sobre libreto de Carlos Fernández, que en 1913 estrenó en el Casino Municipal de Niza, obteniendo un gran éxito. El crítico Vuillermoz calificó la obra en estos términos: «Sin vana literatura ni inútiles ternuras […] con una simplicidad de medios que llega a la sequedad».
 
En 1919 se trasladó a Granada viviendo en una casa cercana a la Alhambra donde llevó una vida retirada, rodeado de un grupo de amigos entre los que se encontraba Federico García Lorca. En 1936, Falla intentó por todos los medios salvar a Lorca del fusilamiento a manos de las tropas del ejército falangista , aunque no lo consiguió.

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En Granada, Don Manuel escribe la música para una obra de teatro de marionetas,  El retablo de maese Pedro (1923), y un concierto para clavecín y orquesta de cámara (1926). En estas obras la influencia de la música folklórica es menos visible.

El 28 de septiembre de 1939, después de la guerra civil española y en puertas de la Segunda guerra mundial, Manuel de Falla se exilió en Argentina, a pesar de los intentos de los sucesivos gobiernos del general Francisco Franco, que le ofrecen una pensión si regresa a España. En su exilio argentino subsiste gracias a la ayuda de algunos mecenas o patrocinadores como se les llama ahora entre los que se encontraba la familia Cambó. Vive de forma tranquila en una casa en las montañas, donde su hermana cuida de él, ya que casi siempre estaba enfermo.

Mientras que en sus obras anteriores Falla hacía gala de una extensa paleta sonora, heredada directamente de la escuela francesa, con elementos de honda raíz española,  en sus últimas composiciones, su estilo fue haciéndose más sencillo y breve. Los últimos veinte años de su vida, Manuel de Falla los pasó trabajando en la que consideraba había de ser la obra de su vida: la cantata escénica La Atlántida, sobre un poema del poeta en lengua catalana Jacint Verdaguer, que le había obsesionado desde su infancia y en el cual veía reflejadas todas sus preocupaciones filosóficas, religiosas y humanísticas. Continuó trabajando en esta obra tras su exilio a Argentina, pero quedó incompleta y sólo fue terminada, tras la muerte de Falla en 1946, por su discípulo Ernesto Halffter, de acuerdo con los esbozos dejados por el maestro.

Falla fue el único compositor participante en el homenaje dedicado a Góngora en 1927 que sirvió para definir a la generación de poetas. Su amistad con Lorca o Alberti, o su correspondencia con Gerardo Diego, son sólo unos ejemplos de la intensa vida intelectual desplegada por el compositor, el único español después de tres siglos, con Albéniz y Granados, que consiguió renombre internacional, y el más dotado de los tres.

Estas son algunas de las obras más conocidas de Manuel de Falla:

La vida breve:  La historia de La vida breve comienza por un concurso convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para premiar, entre otras obras, una ópera en un acto sobre libreto inédito.
 
El amor brujo: la primera versión se la encargo, la prestigiosa bailaora flamenca Pastora Imperio le encargó una obra a Manuel de Falla, quien la escribió entre 1914-15.
 
El sombrero de tres picos: es un ballet basado en la novela homónima del escritor decimonónico Pedro Antonio de Alarcón.

Noches en los jardines de España: se escribió entre los años (1876-1946). Don Manuel comenzó esta pieza como un conjunto de nocturnos para piano solo en 1909, pero el pianista Ricardo Viñes le sugirió que transformara los nocturnos en una obra para piano y orquesta.

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El genial compositor Manuel de Falla tenía una personalidad un tanto especial, marcada por su gran reserva, timidez y aire de misterio personal, todo lo cual se expresaba en su  vestimenta negra. Entre sus múltiples manías se encuentra una fuerte aversión a la suciedad, hasta el punto de tener que desinfectar personalmente con alcohol cada una de las teclas del piano en el que tocaba cuando daba un concierto, por el simple hecho de que había pasado por muchas manos. Tenía fobia a los microbios. Incluso llegó a desarrollar una tendinitis de tanto lavarse las manos.

A pesar de los años que hace que falleció, sus obras hablan de él y de su vida. Cada vez que son interpretadas, su pasión y sus raíces se trasmiten en cada parte de sus obras. Perfeccionista y detallista,  adornaba sus partituras con matices y trinos justo en el momento perfecto.  Fue un hombre que tuvo la suerte de pertenecer a la generación de 27, un andaluz que nunca olvido donde nació.
 

Rosa Pérez Repullo

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