Las mujeres de la Prehistoria compartían todo tipo de actividades con el hombre, cazaban, trabajaban, compartían todas las labores del hogar… existía una total igualdad entre sexos, pero aun existiendo esta igualdad en las tareas, la mujer siempre se inclinaba hacia cierta clase de trabajos.
Sus partos eran mucho menos dolorosos que el de las mujeres actuales, pues su pelvis era más ancha, pero tenían en contra la lactancia, ya que su ingesta de calorías tenían que ser el doble para poder dar los nutrientes necesarios a sus hijos y a ellas mismas en el período de gestación.
Su atractivo era estar redondas y rellenitas, las curvas eran apreciadas por el sexo masculino, demostrado en sus estatuas ancestrales llamadas Venus, las cuales eran representadas muy voluminosas.
La estructura femenina era muy diferente a la del sexo contrario, diferencia que se hacía más contrastante en la columna vertebral, ya que al caminar sobre las dos piernas, es decir, al convertirse en bípedos, el peso que la mujer ejercía sobre la espalda en la época de gestación, hacía que su columna fuera más baja compuesta de tres vértebras al igual que la mujer actual. Su forma de vida era activa y estresante, ya que estando embarazadas, tenían que escapar igualmente de los depredadores, recolectar alimentos… y el afán de supervivencia hacía que su cuerpo se transformara para superarlo. La selección natural favoreció la adaptación, evitando así una mayor fatiga y un daño considerable en los músculos.
Una prueba de esta adaptación son los chimpancés que al no ser totalmente bípedos no sufrieron este cambio, pues soportan perfectamente el peso de la gestación al caminar con las cuatro patas.
Fuente: neanderthalis