Los nombres que recibían los niños siempre han tenido un significado. Solían escogerse para transmitir ciertas características o poderes implicados en el mismo a quien lo portaba.
Los nombres propios que llevamos tiene también ese significado especial, pero con el paso del tiempo, la evolución de las lenguas y su uso masivo se perdieron.
La antroponimia es el estudio de los nombres propios de persona, una rama de la lexicología que estudia los orígenes y el significado, usando para ello métodos lingüísticos como investigaciones históricas y antropológicas.
Veamos dos ejemplos sencillos y comunes, Antonio y Ana.
Ana: Es un nombre hebreo, que se ponía a las niñas. Su significado tiene que ver con una persona bondadosa, caritativa, sensible, humanitaria o lo que conocemos hoy como solidaria.
Ana en otros idiomas:
- En francés es muy usado Anne, Anais.
- En inglés encontramos Hanna, Ann, Annie o Nancy.
- En Italiano se convierte en Anna.
La Ana más conocida fue la madre de la virgen María, santa Ana. En donde podréis apreciar su origen hebreo.
Antonio: Procede de la palabra latina «Antonius» que designaba a una tribu o un clan que, en algún momento de la historia, se ganaron el apelativo que significa ser dignos de alabanza o estima. Entonces era un apellido que con el paso del tiempo ha pasado a ser un nombre propio.
Antonio en otros idiomas.
- Los franceses los llaman Antoine.
- En inglés, Anthony, y su variante, Tony.
- En Italia Antonio o Togno
- También habrás escuchado Toni, Tonio, Toño, Ton, Antón, Tonet o Antonet
Los más conocidos en nuestra cultura judeocristiana son los santos con dicho nombre. Pero hubo más de un emperador que portaron este apellido.
Un beso, Mury