Una vieja, conocida olor 2

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Durante la hora y veinte minutos que dura la obra, se establece una dinámica de tensiones entre madre e hija que retrata a la perfección la insatisfacción que los seres humanos experimentamos cuando nos encontramos fuera de lugar. María, interpretada por Sara Espígul, lleva años soñando con abandonar el barrio, incluso estuvo a punto de ordenarse monja para evitar, como fuera, vivir entre los gritos, los chismes y la miseria de una comunidad de vecinos típica de la posguerra. Su madre lucha por quitarle de la cabeza todos estos pensamientos y protegerla de la decepción que, sin duda, todos hemos sentido cuando nos damos cuenta que nuestras metas se alejan sin remedio.

Esta idea de frustración irremediable se refleja muy bien con los problemas de la Barcelona de aquel momento. Los años 60 fueron momentos de reordenación urbanística, las grandes avenidas se proyectaban por encima de los barrios viejos para facilitar la circulación de los vehículos. La noticia del derribo del barrio donde vive María provoca indignación en todo el vecindario y, en cambio, a ella le llena de esperanza el espíritu; cree, ingenuamente, que la desaparición de su barrio simbolizará también la de sus problemas. Aún no ha aprendido que ni su inteligencia, ni su belleza, ni sus ilusiones cambiarán la realidad de la clase a la que pertenece.

“Una vieja, conocida olor” es una historia de frustración, pero también de convivencia y generosidad. Los inquilino coralinos de los antiguos patios se veían obligados a compartir parte de su vida con el vecindario y, aunque la obra retrata momentos duros, también hay cabida para el humor, con él los problemas nos hacen menos daño.

Fuente: Catalunya press

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