A vueltas con…

 

…Ikea.  Sí, queridas, a vueltas con el monstruo.
Y yo que me dije: menos mal que es la última visita, cuando opiné en el artículo de Lau «Cómo sobrevivir a …», sobre el gigante. Dos muebles de oficina para un local mayor al que nos mudábamos y sólo teníamos la tarde del sábado.

Me consideraba yo, pobre de mí, una experimentada sólo porque era mi tercera visita; bien mirado tampoco está mal teniendo en cuenta los años que llevan con el negocio en mi ciudad, Sevilla.

Y me dije: nada, esto es nada, en una hora solucionado. Ignorancia total.

Cuando me vi en medio de aquella feria supe que la tarde del sábado estaba perdida y además sin tapitas ni cervecitas.

Sin embargo, y por eso lo cuento, una niña la salvó, ella puso la sal a esa tarde aburrida.

Estaba en la fila de caja para pagar, rodeada de carros con la casa a cuestas y escuchando hablar en todos los idiomas menos en el mío, cuando por el pasillo que se abría a mi derecha caminaban despacito, hacia donde me encontraba, un padre sin carro ni bolsas. Sólo agarraba una manita pequeña, la de su hija, a quien interrogaba una y otra vez con todo su cuerpo inclinado hacia ella para hacerse oír entre todo el tumulto.

Cuando llegaron a mi altura le escuché decir:

-¿Y ahora por dónde, Paula?

Y la niña, demasiado pequeña para saber leer…

-Por aquí, papá, ¿es que no lo ves? Pone «Salida sin compras».

Y ese padre, que no era ciego, me miró, consciente de que yo los observaba y pasó delante de mí, con una sonrisa de oreja a oreja, diciendo con los ojos: la estoy enseñando a decidir por si misma.

Y en su orgullo de padre ejemplar no pudo verme, asintiendo con la cabeza, decir:

-¡La que te espera!

Me hubiera gustado mostrarle ese otro padre, español, como él, con el pelo blanco que, en su gordura, sudaba y se quejaba del enorme trabajo que suponía quitar del carro los tablones de más que su hija había cogido para amueblar su independencia. Los mismos que le harían sudar de nuevo al montarlos.

Últimos artículos

Scroll al inicio