Versionando al inefable Mario Benedetti en su poema «Desde los afectos» diré «que en la vida, sin ciertas normas, se pierden las formas» ¿Qué nos ha ocurrido en este último medio siglo? De acuerdo que los usos y costumbres sociales van evolucionando con el tiempo pero en lo relativo a la cortesía, este cambio ha sido a peor.
La cortesía no es más que la escenificación de la educación y el respeto por los demás pero da la sensación de que poner en práctica esa deferencia es de débiles e incluso de sumisos y tiene un aroma a costumbres reaccionarias. Quizá haya sido un efecto colateral de haber avanzado en la igualdad de géneros y de clases sociales, pero no se deben confundir «las churras con las merinas».
Si uno lee aquéllos manuales de urbanidad y buen tono, tan de moda en el siglo XIX y principios del XX y que ahora resultan entrañables y divertidos, como «Resumen de Urbanidad para las niñas» de Pilar Pascual de Sanjuán o aquél otro traducido del francés «El hombre fino«, puede comprobar que ciertas normas siguen vigentes. Necesitamos de normas conocidas y consensuadas por los otros miembros de la tribu para manejarnos en el día a día y tener la tranquilidad de que todo va a transcurrir de forma civilizada y predecible.
Hasta qué extremo ha llegado la situación, que la Comunidad de Madrid impulsó una campaña en el Metro para invitar a los usuarios a poner en práctica normas elementales de educación.
En general, se podrían diferenciar en dos grupos:
– Las de buena educación tales como saludar al conductor del autobús al subir, dejar salir antes de entrar, sujetar la puerta al que va detrás de nosotros, saludar al acceder a un establecimiento y despedirse al salir, pedir las cosas por favor y agradecerlas, ceder el asiento a personas con menor fortaleza o impedimentos físicos, no masticar chicle mientras se habla, etc. Estas denotan respeto a los demás, que se les tiene en cuenta, haciendo más agradable y práctica la convivencia. Para mí estas son inamovibles y atemporales.
– Las de ceremonial, son rituales que pueden variar con el tiempo y el entorno. Entre ellas está la forma en que se saludan hombres y mujeres que se presentan por primera vez, que el hombre ayude a la mujer a ponerse el abrigo o le abra la puerta del coche, quién entra primero a un local o ascensor cuando se trata de un grupo de hombres y mujeres, etc.
Han quedado en desuso algunas como el besamanos a las mujeres que no fueran solteras o que el hombre caminase del brazo izquierdo de la mujer aunque siempre dejándola a ella por el interior de la acera.
Me sorprende gratamente que los pueblos de España están menos afectados por la tendencia de la mala educación que las grandes ciudades en las que el que más grita, empuja, más palabrotas dice y muestra ademanes poco amistosos, es al que más se respeta. Si además sale en los medios de comunicación, se le admira y envidia aunque vaya alardeando de su incultura. Pero esa es otra historia.
Montse Calvo. Imagen y Comunicación Personal