“La única manera de empezar es tomar el hilo entre los dedos y anudarlo. Se empieza y ya está. En la vida ocurre lo mismo” (Montar los puntos. El club de los viernes. Kate Jacobs)
Este estupendo libro de Kate Jackobs se ha convertido en un éxito editorial en los últimos años, ligado al resurgimiento del punto de media, o, como lo llamamos ahora “Stich & Bitch” (Teje y cotillea). Muchas son las mujeres, ¡y hombres!, que han empezado a tejer a finales del siglo XX y principios del XXI. Este resurgimiento, bien como terapia y forma de meditación o relajación, o bien como ultimísimo snobismo que nos permite llevar prendas realmente únicas, tejidas por nosotras mismas en las más lujosas y bellas calidades, está uniendo a personas de lo más variopinto a lo largo y ancho del mundo. Factores para ello hay muchos. Uno es Internet, culpable de la mayoría de las comunidades actuales; otro es que no tenemos tanta facilidad como antes para socializar, y no hay muchas situaciones en las que uno encuentre más ayuda desinteresada en la vida que con unas agujas entre las manos y con alguien ayudándote en un punto rebelde que no quiere tejerse. Que Julia Roberts esté preparando una película sobre el libro también ayuda, desde luego.
Lo cierto es que yo tejo, y estoy involucrada en algunas comunidades de tejedores internautas, pero no ha sido ahí dónde conocí el libro. Lo conocí de modo tan prosaico como navegando por Amazon; leí la reseña y todo se me ha vuelto buscarlo. La traducción al castellano es recientísima; curiosamente ha coincidido con la época de compras navideñas, y no sólo he visto pilas y pilas de éste libro, sino que también he visto como éstas descendían y ascendían.
¿Qué historia cuenta el libro? Pues la historia de ocho mujeres unidas por el punto. Al principio no todas lo aman; como dice la protagonista en un pasaje del libro “aquí todas tenemos que tejer, pero no es obligatorio usar hilo.” Otra magnífica metáfora entre el punto de media y la vida, de las que está plagado el libro, y a las que tan acostumbradas están las tejedoras, porque el punto es como la vida: a veces empiezas cosas con muchísima ilusión y acaban en el cubo de la basura u olvidadas para siempre al fondo de un cajón; otras veces emprendes proyectos sin ambición y sin poner en ello grandes ilusiones y probablemente sea la mejor prenda que tejas. Cuando tienes algún proyecto durmiendo en sus agujas, dice el libro, lo mejor que puedes hacer es empuñarlas, tejer, no parar, y pasado un tiempo cerrar los puntos; como prueba de superación, no esperes tiempos mejores, no esperes estar inspirada, sólo sigue adelante.
Yo creo que por eso tantas no tejedoras han leído el libro y se han entusiasmado. Alguna habrá montado los puntos de una bufanda, otras no, pero al menos habrán entendido que aunque unos calcetines puedan conseguirse a 1€ en la tienda más cercana hay un placer y una riqueza secretos, más allá del importe de la lana, en unos tejidos a mano, con amor, preocupación, tristezas y alegrías en cada punto que lo construye. No es económico el valor de una pieza tejida a mano especialmente para uno, es que uno se queda un poco en cada pieza que teje, aunque el jersey tenga una manga más larga que otra y sea horrible, habrá quién se lo ponga, porque no hay otro en el mundo que sea mejor. Igual que cada uno de nosotros.