La entrada de un nuevo miembro de la pareja, en la familia, puede ser un hecho determinante. No debemos forzar la situación, desde un primer momento –no debemos fingir ser simpáticos, cuando no lo somos-. Debemos ser lo más comprensivos que podamos, y entender a los más pequeños –ellos no están pasando por un momento fácil en su vida, justamente, ya que debe adaptarse a los nuevos cambios en su vida. Lo primero, asimilar que los niños van a rechazar a la nueva pareja –llegara a ser muy antipáticos e, incluso, pueden ser cortantes con él-. Por eso, se aconseja no faltar al respeto a los más pequeños y dejar que el tiempo ponga a cada uno en su lugar. Tenemos que entender que los niños van a echar de menos a su progenitor, o la vida que tenían antes, y que la nueva pareja no es más que un extraño en su casa. Además, las nuevas parejas no deben cometer el error de intentar suplantar a nadie. Su papel va a ser diferente del que tiene el padre o la madre. Al inicio de la convivencia, los niños no deben ser recriminados por ello. Con el tiempo, cuando el niño la acepte, entonces sí. Y, ante todo, no se deben producir situaciones donde no haya respeto.
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