Guerra de géneros

 

 

Ciertas afirmaciones de algunos hombres y mujeres pueden hacer pensar que existe un enfrentamiento entre unos y otros.

Nunca entendí a algunas mujeres que, para reivindicar unos derechos legítimos, como pueden ser la igualdad y todo lo que ésta supone, adoptan una postura de total descalificación hacia los hombres. Pienso que es razonable y necesario criticar conductas concretas de las llamadas «machistas» respecto a personas determinadas; pero no me parece ni justo ni eficaz atribuirlas a todos los hombres ni decir que ellos son los únicos culpables de la discriminación de la mujer ni afirmar o insinuar que lo hacen prácticamente todo mal.

Sinceramente, creo que esto denota por parte de quien realiza esas manifestaciones tan tajantes una falta de argumentos sólidos, que los hay, y que, en cierto modo, resta credibilidad a quienes defienden los derechos de la mujer con razonamientos lógicos y veraces.

No todos los hombres son «machistas» o, al menos, no todos lo son más que algunas mujeres, que consienten y, en ocasiones, favorecen la desigualdad, ni todos son, por tanto, los culpables exclusivos de la misma en base a las mismas razones.

Si nos remontamos a la antigüedad, las normas que regulaban las relaciones humanas eran establecidas por hombres y las mujeres las acataban, bajo pena, en bastantes casos, de fuertes castigos. Lamentablemente, esto sigue existiendo en algunos países y en algunos grupos sociales, incluso en las propias familias. Y así como antes la mujer poco podía hacer para romper con esas, llamemos, tradiciones, ahora creo que está en un momento propicio para combatirlas. De hecho, el fenómeno del feminismo data de tiempo atrás y le debemos mucho: abrió y sigue abriendo puertas, además de haber conseguido muchos de sus objetivos. Entonces, ¿por qué decir que el hombre actual es el único causante de la marginación de la mujer, que todavía existe?.

La lucha por la igualdad sigue siendo obra de mujeres, aunque también hay que reconocer que algunos hombres la respaldan. Lo mismo ocurre con las reivindicaciones de los colectivos, que sufrieron y todavía sufren la discriminación: son las propias víctimas quienes tienen que «levantarse».

Me desagradaría que se me malinterpretase, ya que no pretendo en absoluto culpabilizar a la mujer -yo lo soy, me siento orgullosa de ello y abogo por nuestros derechos condenando la desigualdad-, sino reflexionar acerca de ciertas actitudes.

Al margen de esto, que puede ser discutible como casi todo, lo que me llama más la atención es a lo que me referí en último lugar: desaprobar al hombre en poco más o menos todas sus facetas y convertirlo en el enemigo público número uno.

Recuerdo, por ejemplo, que en el curso de una conversación con la presidenta de una asociación feminista, ésta me dijo: «Todas hemos sufrido alguna vez acoso en el trabajo». Cuando le respondí que yo no, ella insistió: «Piénsalo y verás como sí». La verdad, me dejó perpleja, porque o bien soy tonta de remate por no haberme dado cuenta o bien ella está un tanto paranoica.

En fin, que me alargo mucho y no quiero aburrir; así que en un próximo artículo sobre el tema daré «caña» a los hombres, que, desde luego, no se salvan de su participación en esta «guerra».

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