Busca un sitio tranquilo, sin que nadie ni nada te moleste ni te interrumpa y concéntrate en tus músculos, que se tensan involuntariamente cuando estás ansiosa.
De vez en cuando, a lo largo de la relajación, inspiras aire por la nariz, lo retienes y lo expulsas lentamente por la boca (dos o tres veces seguidas, después respiras normalmente y repites de vez en cuando). Te tumbas, sin ropa que te apriete, cierras los ojos y piensa sólo en los músculos que vas recorriendo de la siguiente forma:
– Piensa en la mano izquierda y antebrazo izquierdo. Aprieta el puño y tensa el antebrazo un ratito. Luego los sueltas y nota la diferencia entre la tensión de antes y como se quedan después. Nota que la tensión se libera, que la expulsas.
– Apoya el codo izquierdo en la cama con fuerza y tensa así el brazo izquierdo, notando la tensión en él (intenta que la mano y el antebrazo no se tensen, al menos demasiado). Después de unos segundos, lo sueltas notando que la tensión se va. Piensa sólo en el brazo y lo bien que se queda en comparación de antes.
– Haces lo mismo con la mano y antebrazo derecho y con el brazo derecho.
– A continuación subes las cejas como si quisieras tocar con ellas el pelo. Pasados unos segundos, vuelve a la posición inicial y nota el bienestar en esa zona.
– Después frunces la nariz, ojos y mejillas notando la tensión; de nuevo, al cabo de un momento, los sueltas y comparas como se quedan.
– Aprieta las mandíbulas, las muelas de arriba contra las de abajo, y esbozas una sonrisa forzada. Vuelves a expulsar la tensión en unos segundos y compara.
– Levanta un poco la cabeza, pero como sintiendo una fuerza que la echa para atrás; así el cuello se tensará, hasta que vuelvas a la posición inicial y sentirás alivio en él. Compara cómo estaba antes tenso y ahora sin la tensión que expulsaste.
– Luego, haces como si quisieras juntar un hombro con el otro por detrás. Notaras tensa la zona de la espalda. Estás así un ratito y vuelta a desalojar la tensión apoyándote a en la cama. Compara las situaciones de antes y después siempre.
– Lo siguiente es tensar la zona del pecho, estómago y nalgas: apriétalos y suéltalos en unos segundos. Fíjate en que quedan distendidos.
– Vamos con las piernas. Tensa, apretándolo, el muslo izquierdo y suéltalo como siempre.
– Eleva la planta del pie izquierdo como si quisiera tocar la rodilla y nota la tensión en la pantorrilla. Pon el pie como antes y deja que la tensión salga.
– Haz lo mismo con la pierna derecha después.
– Por último los pies: Primero el izquierdo y luego el derecho. Tienes que poner los dedos como si fuesen a agarrar algo, notarás la tensión y luego deja que vuelvan a su posición.
– Mentalmente repasa los músculos que relajaste y si hay alguno tenso, repite el ejercicio correspondiente a él.
– Cuando te encuentras relajada, sigue haciendo alguna respiración, y piensa en algo o alguien que te tranquilice, que te dé sensación de paz. Así un ratito.
– Luego mueve despacio los pies, después los brazos y manos y por último la cabeza de un lado a otro lentamente. Y ya abres los ojos. En unos segundos te levantas poco a poco, poniendo primero los pies en el suelo con el cuerpo incorporándose pausadamente.
Tienes que buscar tiempo para ti. Si vives con alguien, hazle ver que ese tiempo es necesario para tu autocontrol y que nadie debe molestarte. Pídele ayuda en ese sentido, porque esta técnica te puede llevar, sobretodo las primeras veces, bastante tiempo hasta que logres dominarla.
Tómatela en serio, con calma y concentrada. La práctica ayuda a que cada vez sea más fácil y una vez dominada, se pasará a técnicas más reducidas por grupos de músculos y en otras posiciones, de forma que podrás relajarte en cualquier lugar, sin que nadie se dé cuenta: sólo tú.