AMAXOFOBIA

 

Un relato humorístico con gancho por Dulcinea2oo2. Escritora y usuaria de www.grupobuho.com desde hace largo tiempo.

Hace poco me enteré del nombre de mi fobia, es decir, miedo a conducir un vehículo. Llevo años con el carné de conducir, pero no cojo el coche por lo mismo, por miedo. Me lo saqué a la primera, gracias a una copita de coñac que previamente me eché al coleto. Normalmente no bebo, pero ese día hice una excepción para combatir el miedo tan grande que sentía, y por muchas razones: en primer lugar, cada vez que conducía con el profesor al lado y con los dobles pedales del coche de la autoescuela, y a pesar de todo eso, el sudor me empapaba la espalda, hacía que mis ricitos se pegaran al casco y se me empañaran las gafas. Un desastre. Además, también tenía miedo de que me suspendieran, así que, temblaba como un dulce de gelatina.

La pierna derecha, nada más subirme al automóvil empezó a dar saltos en un tembleque fuera de contexto, como una especie de espasmo incontrolable. Ante la mirada atónita del examinador (no sé por qué le llaman ingeniero, si no lo es), salí del coche y me di varios puñetazos en la pierna rebelde, la cual, por miedo al castigo, se comportó como Dios manda y no volvió a temblar.

Una vez en marcha, y como todo iba bien, el profesor me hizo circular primero por las calles y después por la autopista. Yo, entusiasmada, pisaba el acelerador casi sin darme cuenta, hasta que el examinador me dijo que ya estaba bien, y que amainara un poco.

Luego, y ante un atasco imponente, me llegué a dormir, aunque sólo fueron unos instantes, pero suficiente para tener un sueño maravilloso: un joven con pantalones vaqueros, camisa a cuadros, largas melenas y ¡alas! Me ayudaba a conducir. Cuando desperté, el «ingeniero» me pidió que saliéramos del atasco y condujera por un estrecho sendero a campo través. Yo, obediente y eufórica, lo obedecí.

El camino estaba cortado. Un tronco de árbol lo atravesaba de parte a parte. Un tronco muy raro, me pareció, de vivos colores, pues en el reverberar de una tarde de julio me pareció ver rayas azules, rojas, verdes y amarillas. Como soy más curiosa que un gato, me acerqué al tronco ¡Era una serpiente! Y una servidora, que además de amaxofobia tiene ofidiofobia (¿Se dice así?) se puso a chillar como una loca, lo cual hizo que el ofidio huyera, probablemente con más miedo que yo.

Corrí hasta la autopista y el ingeniero detrás, llamándome. Al final, tuvo que conducir él y llevarme a mi casa.

A pesar de los pesares, y no sé por qué, pasé el examen.

M C Guzmán (Dulcinea2002)

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