Grandes buscadores

Grandes buscadores 1No sé cómo buscan los hombres pero la cuestión es que nunca encuentran nada.

Ahora entiendo por qué Colón descubrió América, porque no iba buscándola. Él iba hacia las Indias y de repente ¡chas!, las américas que le salen a su paso, si no, aún estarían por conquistar o bien habría ido la madre de Colón a encontrarlas.

No sé si su nula capacidad de búsqueda tiene que ver con las diferencias cerebrales entre hombre y mujer pero, después de realizar un intenso trabajo de investigación preguntando a amigas y familiares sobre la facultad buscativa de sus hombres, he llegado a la conclusión de que no saben buscar.

A diferencia de ellos que suelen decir frases tan claras como “me traes eso de ahí”, aunque te encuentres en otra habitación, nosotras solemos ser un poco más explícitas y un diálogo previo a una petición de búsqueda sería, más o menos, así:

Ella: cariño, ¿me traes el tarro de crema que hay en el baño?

Él: ¿qué baño?

Ella: en el mío, donde están todos mis potingues

Él: vale (ya desde el baño) ¿dónde está el tarro?

Ella: encima del banco

Él: (repite bajito) en-ci-ma del ban-com. ¿Qué tarro es?

Ella: uno blanco, pequeño, con la tapa marrón, el de la crema.

Él: (tras un pequeño silencio) No lo veo.

Ella: está a la derecha, al lado de las pinturas.

Él: (repite en bajito) pin-tu-ras. ¿Pinturas? (pregunta en alto) Ah, vale, ya las veo. Pero no veo ningún tarro.

Ella: ¿No hay una botellita de crema ahí?

Él: Aaahhh, una botellita! Mmmm, sí… bueno, hay dos…

Ella: Sí, uno es el jabón de las manos, que tiene pitorro y…

En ese momento te interrumpes porque aparece él con el jabón y el pitorro.

Él: ¿esto?

Entonces, te levantas, le pides que te acompañe y le muestras que justo al lado, está el tarro pequeño con tapa marrón en el que pone “crema” en un claro castellano.

Ella: Este!

Él: ah, no lo veía

Es sólo un ejemplo que se puede trasladar a cualquier otro ámbito, objeto y habitáculo de la casa. Cuando ya hay que buscar dentro de armarios y cajones, la búsqueda se convierte en una tarea todavía más ardua y espeluznante.

Supongo que debe haber una explicación lógica para este fenómeno. Ellos abren un armario, se quedan con los brazos sujetando las puertas, miran fijamente y esperan que el objeto buscado salga voluntariamente de las estanterías y se lancen a sus brazos. Creo que es el mismo método que utilizo yo cuando se estropea el coche; abro el capó, pongo los brazos en jarra y miro atentamente el batiburrillo de cables, esperando que un enanito me señale dónde está la avería.

 

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