El nuevo fondo de apoyo a la crianza, Kodomo Kosodate Shienkin, ofrece transferencias directas y medidas de conciliación para fomentar la natalidad, pero abre el debate sobre si penaliza a quienes no tienen hijos.
Japón, el país más envejecido del mundo, ha puesto en marcha un programa sin precedentes para hacer frente a su aguda crisis demográfica. Con solo 727.277 nacimientos en 2023 —la cifra más baja desde que existen registros en 1899— y una tasa de fertilidad de apenas 1,2 hijos por mujer, el país asiático ha activado el Kodomo Kosodate Shienkin, un fondo nacional para apoyar la crianza que se financiará mediante un recargo universal en el seguro de salud, aplicable a asalariados, autónomos y jubilados.
El objetivo es doble: aliviar la carga económica de tener hijos y promover un cambio cultural que favorezca la conciliación laboral y familiar. Pero no está exento de polémica. Aunque el Gobierno rechaza que se trate de un castigo a quienes no tienen hijos, la medida obliga a todos los cotizantes a contribuir al fondo, sin importar su situación familiar, lo que ha sido interpretado por algunos sectores como una sanción indirecta.
Prestaciones mensuales, ayudas al embarazo y educación gratuita
La nueva ley, aprobada en junio de 2024 y en fase de despliegue hasta 2028, prevé una prestación mensual de 15.000 yenes (unos 90 euros) por hijo menor de tres años, y 10.000 yenes (60 euros) hasta finalizar la secundaria. A partir del tercer hijo, las cantidades se duplican hasta los 30.000 yenes (180 euros). Además, se elimina cualquier límite de renta, de modo que todas las familias, sin excepción, pueden acceder a las ayudas.
La medida incluye también un pago único de 600 euros por embarazo, educación gratuita de 0 a 3 años, mejoras en las ratios de personal en guarderías y horarios extendidos. Todo financiado con un recargo mensual que oscilará entre 2 y 6 euros por persona, aunque podría aumentar en el futuro.
Conciliación real: permisos y reformas laborales
Más allá del dinero, el plan japonés busca cambiar hábitos profundamente arraigados en la cultura laboral del país. Entre las medidas propuestas se encuentra el permiso de paternidad remunerado al 100 % durante las primeras ocho semanas tras el nacimiento, la ampliación del permiso parental hasta los 12 meses con una cobertura parcial del salario, y bonificaciones a las empresas que fomenten el teletrabajo, la semana de 4 días o la reducción de jornadas.
Estas reformas buscan contrarrestar la cultura del karoshi, término que en Japón define la muerte por exceso de trabajo, y que refleja el nivel de presión que sufren los empleados, especialmente los hombres, a la hora de plantearse formar una familia.
¿Un modelo a seguir o una penalización encubierta?
Aunque el Ejecutivo nipón defiende el plan como un ejercicio de solidaridad colectiva similar al que financia la sanidad o la educación pública, las críticas no se han hecho esperar. “Es como un impuesto silencioso a quienes no tienen hijos”, denuncian algunos analistas, señalando que el retorno del esfuerzo solo lo reciben los padres y madres.
En redes sociales, expertos como el economista Jon González comparan esta política con el Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI) español, que recauda fondos para las pensiones sin destinar nada a fomentar la natalidad: *“Nuestro MEI amplía la brecha generacional. El suyo apoya directamente a las familias con hijos”, señala.
Japón destina en esta ocasión cerca de 6.000 millones de euros al fomento de la natalidad, una cifra relevante si se compara con el bajo nivel de inversión familiar de países como España, donde la natalidad sigue estancada —1,16 hijos por mujer en 2023— y los apoyos públicos a la crianza son escasos y, a menudo, limitados por criterios de renta.
Un mensaje para Europa
Con más del 29 % de la población japonesa mayor de 65 años y una población que en 2023 descendió en 848.659 personas, Japón está actuando como laboratorio del futuro para otros países que ya se enfrentan a dinámicas similares.
El Kodomo Kosodate Shienkin plantea una solución integral que va más allá de las ayudas puntuales: propone una estrategia sostenida, transversal y sin exclusiones de renta. Si bien las ayudas económicas por sí solas no resuelven el problema —como han demostrado experiencias fallidas en otros países—, combinadas con medidas de conciliación y cambios laborales estructurales podrían tener un impacto real en las decisiones reproductivas de las familias jóvenes.
Para Europa, y especialmente para países como España o Italia, donde el invierno demográfico avanza sin freno, el caso japonés podría ser tanto una advertencia como una inspiración. Porque si no se actúa pronto, lo que hoy se debate en Tokio, mañana será una urgencia en Madrid, Roma o Berlín.
vía: El Blog Salmon