Las brujas del miércoles

 

Autor: Hulna

«¿De qué hablan las mujeres cuando están solas?» se preguntan muchos hombres.  Sobre todo aquellos que no entienden que se pueda hablar de algo más que no sea fútbol, o del par de tetas que tiene la secretaria. Lo que ni se imaginan es que cuando varias mujeres se reúnen ,la corriente empática que se crea, genera un vínculo ancestral, cargado de magia. La que nos envuelve desde la época de las cavernas.

Cuando llegan los miércoles el aire de mi casa tiene un olor especial. Huele a magia. Y es que ése día se reúnen tres brujas en un aquelarre de exquisito desayuno con «tostás»,aceite de oliva,ajo y tomate y un par de cafés bien calientes.
«La Lola», «La Carmela» y yo…¡casi na! Entre las tres convertimos mi simple comedor en una cueva de conjuros y contrahechizos y se genera ese ambiente mágico que aparece cuando tres brujas mezclan su sabiduría, su experiencia y su amistad.

Surge de todo. Arreglamos el mundo (por supuesto).  Si por nosotras fuera,con un par de toques femeninos… ¡asunto arreglado!

Discutimos de política… distintos puntos de vista, pero siempre sabemos llegar a un acuerdo.

Hablamos de hombres…  ¡faltaría más! ¿qué se han creído ellos? ¿que nos reunimos para hacer calceta? No, chavalotes, no. Si hay que machacaros…se os machaca.Pero siempre desde el cariño, ¿eh? con esa sutileza femenina que…

De sexo. ¡¡POR SUPUESTO!! ¿Alguno piensa todavía que quedan féminas recatadas que evitan este tema? No sólo hablamos de sexo entre nosotras…sino que lo hacemos abiertamente. Usando las palabras con naturalidad, las exactas, las más exactas que os podáis imaginar. Y nos reímos. ¡Vaya si nos reímos! Especialmente cuando sóis (y aquí tiro a dar, por si algún varón despistado ojea estas páginas) objeto de nuestras mordaces críticas. Que más de uno (concluímos) precisa manual de instrucciones o, en su defecto, un mapa que le indique dónde está el tesoro.

Las tres brujas también tratamos temas íntimos. Problemas personales. Y ahí surge esa empatía mágica y visceral a veces.
Y discutimos (sin llegar a las manos).

Y acabamos siempre con un beso y un abrazo brujeril que encierra todo un misterio ajeno a ese otro mundo masculino que existe más allá de un pene. El aquelarre se despide hasta el miércoles siguiente. Con la promesa de volver parar arreglar el mundo… e intentar hacerlo un poco más femenino.

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