Me aficioné a la decoración ni lo sé. Creo que la primera vez fue realizando un trabajo para el día del padre o la madre cuando tenía 11 ó 12 años y me tocó pintar todos los cisnes de la clase por ¡hacerlo tan bien!. Pero no fui consciente. Sólo mi ego estuvo muy bien pagado.
Recuerdo más tarde lo que odie los muebles que compraron mis padres para mi habitación, compartida con mi hermana, con paneles de marmolina sobre la coqueta y la mesilla. Eran horribles y lo siguen siendo tras, ¡puf!, ya ni me acuerdo aunque a mi madre le siguen gustando. Yo tenía que hacer algo.
Hacía tiempo que quería una estantería donde exponer mis pequeñas reliquias y a mi madre le enfurecía poner cualquier cosa en las paredes, ¡antigüita!. Pero vencí, mi padre me regaló una . Era la estantería más fea y fina del mercado. Con columnas torneadas y de un color nogal mal teñido que se desencolaba constantemente. Pero no me deprimió. Yo misma me asombro de mi capacidad para ser la primera vez que me metía en estas lides de la decoración, con unos 13 o 14 años. La monté de un modo distinto a su formato original. Lo que me valió, no una bronca, pero si una pesada repetición de “así no es, tienes que ponerla bien”. y la rellené con mis libros, y pequeñas tonterías, incluso unas barriguitas con trajes de enano que tenía. ¡Ya tenía una estantería!.
La pintura, pasada muy de moda, (pintura lisa de cal en color verde colegio con manchas de estropajo en blanco) hacia el cuarto deprimente. Pedí permiso para empapelarla. Escogí un papel verde claro lleno de unas pequeñas margaritas blancas(que mi madre intentó por todos los medios que no comprará pues no le gustaba, era alegre)con el botón amarillo. Empapelé toda la habitación. En el dormitorio tenía un armario empotrado, que también empapelé pero, previamente le puse unas molduras a las puertas. Fueron dos por puerta, una grande y rectangular en la parte superior y otra cuadrada en la inferior. Y cuadradas en las puertas del maletero. Pintado todo de blanco y con el papel en el hueco interior de las molduras. ¡Jo! quedaba tan alegre, tan viva, tan luminosa, había llegado la primavera y yo fui muy feliz con mi primer trabajo.
No fue algo meditado, ni planeado. Yo quería mejorar aquel espacio tan feo y agobiante. Hacerlo más personal y alegre. Logré ambas cosas con mi estantería le dí el toque personal a un elemento feo, muy feo y al armario empotrado. Y alegré el ambiente con aquel papel. Y nadie me indicó nada. Mi ego estaba y está por las nubes.
Muri. Un beso.