PREGUNTAS PELIAGUDAS

 

Autor: Valeria

¿Qué hacer cuando tus retoños comienzan a revelar una sana curiosidad por el mundo que les rodea? El martes pasado, mi hija pequeña (4 años recién cumplidos), me soltó, así de sopetón, su primera gran pregunta peliaguda. Mientras yo trataba de sortear el tráfico matutino camino del colegio, con voz melosa, de niñita inocente, me pregunta:

-¿Verdad mami que dos hombres no pueden casarse?

Trago saliva, porque a ver qué le cuento. ¿Esta niña no debería estar pensando en princesas, Winx y derivados? Trato de investigar un poco:

-¿Por qué me preguntas eso? -le digo, cometiendo mi primer error: nunca contestar una pregunta con una pregunta, pero…

-Es que mi seño me lo ha dicho, que dos hombres no pueden casarse, sólo un papá y una mamá, ¿verdad que no, mami?

Es un asunto que no puedo tomarme tan a la ligera. Decidí hace un año, al igual que hice con su hermana mayor, inscribirla en un centro católico. La primera razón por la que me decanté por esa opción, fue porque me considero cristiana. Poco practicante, eso sí.

La segunda y quizás de mayor peso, fue que deseaba que les inculcaran una serie de valores que hoy en día parecen estar en desuso: respeto por las personas mayores, hacia la familia, hacia los profesores, humildad, generosidad, ayudar al prójimo, etc.

Supongo que éstos valores tratarán de inculcarlos de igual modo en los colegios públicos, no lo pongo en duda, y creo que la elección del centro donde quieres que eduquen a tu prole es una decisión personal.

El caso es que también me considero una mujer moderna, que trabaja fuera de casa, abierta de mente y por ende, quisiera que mis pequeñas, llegado el día, lo fuesen de igual manera. Mis hijas estudiarán la controversa materia «Educación para la ciudadanía» sin ningún reparo por mi parte.  Entiendo que el hecho de que conozcan otras creencias y opciones de pensamiento, las enriquecerá y no les causará ningún prejuicio.

No tengo inconveniente alguno a los matrimonios entre gays o lesbianas. Tengo amigos e incluso familiares que son homosexuales y mis creencias religiosas no me han hecho rechazarles ni apuntarles con el dedo.

En la pregunta de mi hija se entrecruzan pues dos mundos: el de una religión obsoleta para los tiempos que vivimos y una visión de futuro que me permite aceptar a los que se relacionan de forma diferente a la mía.

¿Cómo solventar la situación sin restar credibilidad a la profesora ni engañar a mi hija? Decidí tomar una solución salomónica, todo esto en una fracción de segundo, porque, todas estareis de acuerdo, las mamás lo sabemos todo, somos ocurrentes y no mentimos nunca jamás. Así que le digo:

-Cariño, sí que se pueden casar dos hombres juntos. De hecho, también pueden hacerlo dos mujeres.

-Pero la seño…

-Lo que quería decirte tu señorita, es que la Iglesia sólo permite los matrimonios entre un hombre y una mujer. Si dos hombres o dos mujeres quieren casarse entre sí, no pueden hacerlo en la Iglesia. Tienen que ir al Ayuntamiento, para que les case el alcalde y no un cura. ¿Lo entiendes? – le pregunto mirándola a través del espejo retrovisor.  Al notar una expresión algo confusa, pensativa, añado- ¿Lo has comprendido, cariño?

-Un poco no, mami… -me dice sonriendo.

-Verás es que…  -comienzo a decirle, a ver si puedo explícarselo mejor.

-¿Por qué no me pones el disco de María Figueloa, mami? -zanja el asunto Lucía, retornando a sus cosas, lo que me hace suspirar con alivio.

-Enseguida, cielo…  -le contesto, deseando que deje esta conversación para sus adentros, no sea que mi pequeña, en las notas del primer trimestre, traiga a casa un cero patatero en Religión.

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