Que llega el gordo

Me despierto y enciendo la radio. El 9…  el 7…  el 5…  el 0…  el 2…  el 1…  975.021, 24.000 eurosssss…  

Busco mi cartera corriendo. No la encuentro. Mal comienzo. Mi bolso es un desastre, todo está revuelto y prometo que si me toca la lotería, me compraré uno grande con compartimentos. Eso es una maleta. Bueno, pues es igual, pasearé con maleta por la calle; pero que me aparezca el billetero. ¡Uf!, aquí está. Lo abro y… ¡horror!, no hay décimos ni céntimos ni nada. Me robaron, me robaron…  Llamo enseguida a la policía. Vaya, que me pase por Comisaría. No puedo, que tengo la pierna escayolada. ¡Anda!, si no salí de casa, ¿cómo me van a robar?.

Sigue la cancioncilla de los números, que se me mete por las orejas, y yo sin saber qué pasa con mis cosas. Cada vez salen premios más altos. Seguro que uno es mío y yo sin enterarme. Ya tendría que estar invitando a cava a todo el barrio. ¡Que vergüenza!, pensarán que soy una cutre. Calma, calma, que aun no salió el gordo. Para gordo el vecino de enfrente, que me tira los tejos, aunque más bien son ladrillos, pues como que muy fino no es el tío. ¿Cómo que fino?  Si está como una vaca; bueno, como un toro. No, toro no, que parece que suena a un chico cachas. Pues como…  A mí que diablos me importa ahora el vecino: yo quiero lo mío y mi premio.

Ya estoy calmada, venga; pero ¿en dónde rayos están mi dinero, mis tarjetas, mis fotos, mis documentos y mis participaciones?. ¡Con la pasta que me gasté al comprarlas!. Es verdad, me lo gasté todo, no quedaba ni un euro en la cartera. ¡Que cabeza la mía!.

Voy a la pata coja al dormitorio de mi hija. Me doy cuenta de que salto al ritmo de la musiquilla esa de la radio. Ya me está cargando, eh.

Ella dormida tan tranquila y su madre desesperada. ¡Que egoísta!. La sacudo y pega un brinco preguntando qué pasa. Pues qué va a pasar, que no tengo ni para pipas, que se quedará sin el viaje que le prometí y sin el coche y sin…  y sin…  !Ahhh!, mis cosas. Están en su mesa. La mato, la mato. Está bien, no la mataré que no disfrutaré de lo que me tocó. Encima me pide que apague la radio porque le raya. No, no me da la gana, van a decir mi premio. Está rematadamente loca.

Es cierto, ella me dijo que le dejase todo, que tenía una sorpresa. Me mira raro, no sé por qué. Da igual, ya tengo mis cien números. Los beso, los abrazo. Se me arrugaron todos, jo. No importa, los estiro y si hace falta, los plancho. Eso, los voy a planchar, para que al presentarlos estén bien curiositos. ¡Ay!, que feliz soy.

¡Socorro!, que se me quema. Claro, estaba la plancha demasiado caliente…  estos nervios. ¡Uf!, menos mal que lo salvé. Soy una campeona: salvé mis décimos de la incineración, nada de planchas. Y me dice la muy bruja de la niña que planchada me voy a quedar yo cuando vea que no me toca nada. Hablando de planchas, haré filetes a la plancha hoy, que no tengo tiempo para otra cosa con esto de anotar los números. Pena que no pueda ponerlos con la vocecita tan mona de los niños. Ya tarareo la cantinela.

¡Salió, salió!. Mis manos tiemblan mientras buscan el billete del gordo. Me compraré un piso grande; mejor una casa con jardín, tendré jardinero y varias señoras que hagan las cosas, y piscina y sauna, y…   un apartamento a todo lujo en la playa y… un yate, y un jet…

Y…  adiós mis sueños y el dinero que me gasté.  No me tocó ni la pedrea.  Me deprimiré durante una semana.  Después a ver si me ligo al gordo. Así, con la lotería del año que viene, tendré dos.

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