-¿QUIERES QUE TE CUENTE UN CUENTO?-¡CUÉNTAME UN CUENTO!

 

Por Anmonite:
-¿Hay alguien en casa? -¡Si! Estoy en la cocina. ¿Se puede saber por qué llegas tan tarde?-¿Tarde? Si tu supieras… ¡Vaya tarde!

-¿Qué te ha pasado esta vez, Miguel?

-¿Qué qué me ha pasado? Si te lo cuento no me vas a creer; ¡Mira! Cuando he salido de la empresa me he encontrado con la rueda derecha delantera del coche, pinchada. ¡Claro! ¿Qué hago? ¡Cambiarla! Pero resulta que mientras estaba liado con la llave, des- roscando tornillos, veo a un tío rondando y merodeando entremedio de los coches aparcados en el parking. El tipo era sospechosamente raro, vestía raro e iba mirando en el interior de cada coche. Entonces yo cojo y le digo: ¡Eh! ¡Qué pasa! El hombre viene hacia mí. Yo empuño con fuerza la llave de girar ruedas por si acaso y cuando lo tengo encima, me dice el tío: Buenas tardes, perdone pero estoy buscando mi coche.- Y voy y le digo: ¿Es que no sabe que color tiene? Y me dice: Es gris, pero con la poca luz que hay, no le distingo. De pronto, nos miramos fijamente y…  ¡Sorpresa! Era Juan, Juan Benavides Ledesma.

-¿Y quién es Juan?

-¡Coño! Un amigo de la infancia.

-¿Y qué?

-Pues nada, empezamos a hablar y hablar. Que tenían cinco hijos, que el mayor ya tenía veinte años. Que todo le iba bien. Después comenzamos a recordar anécdotas del colegio…

-¿Y ese olor que llevas, de colonia de mujer?

-¡Buenoooooo…! Ese olor es, porque Juan es vendedor autónomo de productos de perfumería. Va por libre y gana una pasta con las comisiones. Un día aquí, otro día por allá; viaja mucho.

-¿Y esa mancha de pintalabios que llevas en el cuello de la camisa?

-¿La mancha? ¡Ah! Si…  Su mujer. Luego ha llegado su mujer; me la ha presentado y me ha dado un beso. Seguro que me ha manchado.

-¿Tu te crees que soy idiota? ¡Caradura! ¡Sinvergüenza!

-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh!… ¡Un momento!… Parece mentira que después de quince años de casados, todavía no confíes en mí.

-¿Entonces, qué me dices de esa marca roja que llevas debajo de la oreja?

-Me di un rasguño trajinando con la rueda de recambio. Después, cuando se fueron terminé de apretar los tornillos, recogí y salí derecho para acá. Cuando estaba ya en la Gran Vía, me encontré con un tráfico de la hostia; media hora parado por culpa de un accidente de circulación. Dos vehículos estaban implicados; la policía, la ambulancia…  Ya sabes. Y luego; media hora más buscando aparcamiento y dando vueltas como un desesperado. Este barrio cada vez está más difícil. ¿Qué hay de cena?

-¡Tortilla de patatas!

-¡Vale!… Voy a ducharme…

-Eso, dúchate bien duchado.

Encarna coge el teléfono y llama a su amiga.

-¿Lucía?
-Si
-Soy yo, Encarna. Oye… ¿A qué hora ha terminado de su trabajo, Miguel?
-A las cuatro. Ha dicho que tenía que salir para no sé qué, de un recado de la empresa. ¿Qué pasa?… ¿Otra vez con la misma historia?
-Otra vez.
-Hija, no sé como lo aguantas. Llevas así, desde que te casaste.
-Pues… Lo de siempre… Le quiero.
-«Le quiero», «Le quiero…» ¿Y él? ¿Te quiere a ti, él?
-Supongo que a su manera.
-No entiendo como puedes soportar una situación como ésta.
-Muy fácil… Me encantan sus cuentos.

Colorin…

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