Resultado del Concurso: «Escrito en las estrellas»

 

 

El jurado ha decidido y este es el resultado. Enhorabuena a las ganadoras y finalistas.

Finalistas: Martika -Sin Título 2

Muchas veces había deseado, luego de escuchar pacientemente el cuento de Pinocho, que su muñeca de rizos rubios fuese tocada por una varita mágica. Todas las noches invocaba hadas a montones, madrinas y no madrinas, bondadosas y malditas, ya no le importaba llevar a cabo un pacto con alguna deidad oscura, solo quería que su muñeca, por fin, le hablase. Una madrugada, estando profundamente dormida, el espejo se licuó y de su interior emergió un pequeño basilisco. En medio de la penumbra, se dirigió hacia la cama en la que la niña dormía abrazada a su muñeca, asegurándose primero que los ojos de la misma estuviesen cerrados, pues la visión de su mirada resultaría mortífera. Luego observó a la muñeca y pensó que los ruegos de la pequeña debían ser escuchados. Recordó un conjuro tan antiguo como su mito y al pronunciarlo la muñeca emitió un bostezo. Confundida, comenzó a mirar en derredor. De pronto, en un súbito espasmo, descubrió los diminutos ojos del basilisco que la observaban con satisfacción. En el preciso momento en que sus miradas se encontraron, la muñeca cayo presa del sortilegio, muriendo sin más testigos que su propio creador.

Haiya -Sola

Siempre está presente, a veces a su lado, atrás, enfrente, no lo puede ver pero es perceptible su presencia. Le platica todo lo que hizo en el día y el sutil movimiento de la cortina le conforta pues se siente acompañada y escuchada. Hoy llegó a las ocho, dos horas después de lo acostumbrado, llegó sonriente y ensimismada y al momento de entrar, las cortinas se movieron con fuerza como exigiendo una explicación por la tardanza y por el silencio. Ella fue hacia la ventana y la cerró pensando que ya no necesitaba aferrarse a algo que se inventó para llenar sus espacios y su soledad, ahora ya tenía a alguien de verdad. Cuando la lámpara que colgaba encima de la mesa se empezó a balancear y a parpadear su luz no hizo el menor caso y caminó al baño. Necesitaba estar bajo el agua para repasar en su mente los momentos vividos, todos ellos experiencias nuevas. Cuando entró en la regadera y sintió el agua en su cuerpo-ahora-nuevo, cerró sus ojos sonriendo y no se percató que la luz se apagó. La encontraron colgada de la ventana con una cortina; decían las vecinas y quienes la conocían -pobre, estaba tan sola.

Merlin- La tarde con ella

Pasó la tarde con ella. Pasearon de la mano por un parque solitario. Se tumbaron a la sombra de una acacia, contemplando entre las hojas el cielo luminoso. Él habló. Habló durante mucho tiempo. Ella sólo sonreía, le miraba y sonreía, y suspiraba, y entrecerraba los ojos, transparentes como el agua. Cuando el sol empezó a declinar, él se levantó, despacio, muy despacio, como retornando de un sueño. Rehizo el camino, cortó una flor, y besándola suavemente, la depositó sobre su sepultura.

Titana – La nevera

-La nevera llora -, dijo la Nenita y tiró de la sábana-, gimotea como Rober cuando le quitaba la pelota en el parque. Su mamá se desperezó un poco desorientada. Encendió la lámpara de la mesilla y guiñó los ojos. Forzó una sonrisa y le revolvió la melena ondulada- Vamos a ver ese frigorífico llorón -. Cogió su manita y las dos, con los mismos patucos a rayas verdes, caminaron por el pasillo. Al pasar por el cuarto de baño se escuchó un quejido suave como el ladrido de un cachorro. La mamá se detuvo.- ¿Ves como llora? A lo mejor tenemos que arroparla porque siempre tiene frío, mami -. Su hija tiró de ella para que siguieran avanzando. La mujer tragó saliva y se movió. Sentía los pies fríos a pesar de los calcetines de lana. Puso la mano en el tirador y otro lamento se coló entre las bisagras. Antes de que pudiera impedirlo, la niña empujó la puerta. La luz de las farolas de la urbanización se filtraba por la ventana e iluminaba la puerta gris metalizada de la nevera-.¿Qué te pasa bonita por que lloras? -Preguntó la Nenita al refrigerador. Acarició la parte lisa del electrodoméstico que quedaba libre de dibujos e imanes. Al retirarla, se cayó al suelo la vaca magnética de Cantabria. Sujeto por la punta del teléfono de Telepizza quedó colgada la foto de un niño con flequillo rizado sujetando un balón bajo el brazo. La Nenita se puso de puntillas y despegó el retrato-. Me la quedo que desde que Rober se fue al cielo no le he vuelto a ver -. Los ojos de su mamá brillaban como los de un gato en medio de la noche. Sintió los dedos de los pies calentitos. La nevera no volvió a llorar.

Ariana Avril – Sin título 2

Cada vez se hacía más tarde y mi marido no aparecía. Después de varias horas, llegué a la conclusión de que Pablo seguía molesto conmigo por la discusión de la noche anterior. Decidí esperar a que llegara, pero el sueño me vencía y terminé por irme a la cama. En la mañana del sábado esperaba ver a Pablo dormido a mi lado… pero él no estaba en la cama cuando desperté. Creo que pasaron eternas horas en las que estuve sentada, desvanecida, bebiéndome una botella de vino y sumiéndome en un sopor lento. Desperté en algún momento de la tarde, con los codos apoyados sobre la mesa y las sienes húmedas. Fijé la vista en el televisor, que continuaba encendido. Tardé unos minutos en enfocar la pantalla, y después de eso lo vi todo claramente: «Se entregó el hombre que mató a su mujer a golpes tras una discusión», y la imagen de Pablo, mi Pablo, con las manos esposadas subiendo a un coche policial estacionado frente a nuestra casa. Sólo entonces comprendí muchas de las cosas que habían sucedido (o no) ese viernes. Sólo entonces, me di cuenta de que la persona bajo la sábana, allí, en la camilla, era yo, un despojo de carne y sangre saliendo de la vida, de mi casa a la ambulancia.

Galatea – La puerta amarilla

Vuelvo a mi hogar campesino, a la casa de mi infancia, al humilde lugar donde crecí, pleno de carencias pero también de amor, de alegría, de ilusiones de mujer en un cuerpo de adolescente. La grava del sendero apenas se ve: está cubierta por la hierba del olvido, pero se siente crujir bajo mis pies como un resto de pavesas que el tiempo convirtió en cenizas. Me acerco a la puerta cuya madera carcomida por tantos soles y tantas lluvias, aún conserva la antigua pintura amarilla. La enredadera se ha marchitado como mi frente, y sólo queda el tronco del rosal que antiguamente era todo el lujo de la antigua casita. No sé si es mi corazón lo que palpita, o el reloj intemporal de la memoria lo que me hace temblar. No sé si conservo las emociones de antaño, ni si estos pies son capaces de caminar, estos ojos de ver y estas manos de empujar la vieja puerta, pero debo intentarlo. Alargo mi brazo, voy a empujar la puerta; mi mano la atraviesa como si fuera humo.

Alvssel – Jirones de niebla

Un búho ululó asustado y alzó el vuelo. Como parida de las sombras, oscura y siniestra, una criatura cobraba forma en la espesura. Las hojas apenas crujieron a su paso, y el bosque pareció contener la respiración cuando la luna iluminó el pelo azabache, las pupilas dilatadas, las garras y colmillos. Comenzaba la carrera. Rápido, ligero, con aire magistral, aquel retazo de oscuridad se encaminó a la aldea más cercana. En las ventanas aún titilaban algunos candiles, proyectando sombras monstruosas. Concentrado, entre tinieblas, apretó el paso. Un callejón, dos, tres… Muchas, demasiadas calles… Y ya estaba allí. Una gran plaza de suelo empedrado se desplegaba ante ella, y al fondo una plataforma de madera humeante izaba cinco vigas chamuscadas. Miró en derredor, aguzó el oído, la mirada atenta, y a paso titubeante comenzó a avanzar. Silencio y cenizas, muchas cenizas. A los buenos católicos les encantaban las cenizas. Casi podía sentir la ira, el horror de aquel lugar conforme se acercaba. No había podido creerlo, no habría podido, de no haberlo visto. Había tanto dolor… El corazón le pesaba en el pecho al comenzar a excavar, a rastrear, desesperado. Finalmente encontró el rubí con forma de cruz entre los escombros. La loba, pesarosa, aulló y desapareció tal como había aparecido, en un jirón de niebla. Lejos de allí una anciana lloraba amargamente. Un tupido velo blanco cubría sus ojos y apretaba una cruz invertida entre las manos, como teñida de sangre.

3er Premio:

Lorena San Millán – Volver a verte

Ayer te vi. Iba en mi coche, tú caminabas por la calle. Me pasé en ámbar por seguir tus pasos. Una mezcla violenta de miedo, desconcierto y alegría se alojó en mi pecho. Se me llenaron los ojos de lágrimas y la garganta de silencio. Toda saliva se fue de mi boca y todo aliento abandonó mis pulmones. Llevabas la misma ropa con la que te vi por última vez, ese, tu uniforme de guapo, como tú le decías. Entraste a una zapatería ¿Tú, comprando zapatos? Me estacioné para no perder detalle de tus movimientos. Pensé que te había confundido con alguien más, pero el tic que aparece en tu mejilla cuando gastas dinero en cosas innecesarias, tacaño irredimible, me confirmó que eras tú. El momento ameritaba un cigarro. Busqué en mi bolsa, desviando la mirada de tu figura. Al volver la vista a la tienda, ya no estabas. Pregunté por ti, dijeron que no esperaste ni la feria y que aunque parecía que tus pies eran más grandes pediste un número más chico y te quedó perfecto. Me indicaron por donde te fuiste. Di varias vueltas a la manzana pero no pude encontrarte. Tal vez tomaste el primer taxi que viste. Tal vez cruzaste la calle. Un encuentro común, nada digno de comentarse. Te veo, te pierdo de vista y de ello no hay nada rescatable. Así es y así sería, si no fuera porque hace un año, cubierto de nardos, en aquel cementerio te dijimos adiós, enterrándote descalzo.

2º premio:

Marcovaldo – Cucarachas

Una niña atravesó la acera de enfrente. Contaba cucarachas mirando al suelo. Extraño juego para una noche de verano, pensé y la dejé ir. Me sorprendió encontrármela al día siguiente, en otra calle y a la misma hora. La niña volvió a pasar de largo hipnotizada por sus insectos. Tan absorta andaba tras su procesión de caparazones negros que a punto estuve de atropellarla la noche siguiente, cuando la niña apareció en mitad de la carretera. No volví a verla en mucho tiempo. Recorrí cien veces las mismas avenidas, inspeccioné los callejones oscuros, la busqué acurrucada entre los embalajes de cartón y ayer, por fin, respiré al descubrirla en la otra punta de la ciudad. Anochecía y ya era invierno. Tirité al reconocer su liviano vestido de mangas afaroladas. Los cabellos despeinados le ocultaban el rostro y sus piernas huesudas parecían haberse estirado cinco centímetros. Esta vez no pude resistirme. Me aposté a esperarla en una esquina y cuando pasó a mi altura, la sujeté por los hombros-. Suélteme por favor. Voy a perderlas -susurró siguiendo con la vista el último bicho que sorbía la alcantarilla-. Tranquila. No voy a hacerte nada -le dije. Su cuerpo era todavía más leve en mis manos-. Sólo quiero saber por qué persigues cucarachas. Ella me clavó sus ojos grises. Tenía las mejillas blancas y los labios transparentes-. Como en el cuento de Hansel y Gretel -contestó-. Sólo que en vez de piedrecitas blancas, puse cucarachas y ahora no encuentro el camino a casa.

Primer premio:

Bruja Roja – Los fantasmas usan el baño

Los fantasmas usan el baño El fantasma es real, tan real que hace parecer a los huéspedes de casa fantasmas; tan reales que cuando no hay nadie mueve las cosas de lugar, acaricia las mascotas, se prueba la falda de la señora y fuma un cigarrillo. Tan real que tiene su propio cuarto para descansar de asustar cuando ya ha roto los nervios de todos. El fantasma es tan cierto que tiene amistades con un extraterrestre y envidia el estilo de seducir de los vampiros; tan real que la familia ya ni se molesta en fingir que no existe: cuando lo ven lo saludan prudentemente y él responde con una cortesía de principios de siglo. El fantasma es tan pero tan real, que a veces toma unos dólares de la cartera para irse de juerga fantasmal a los teatros abandonados y a los cementerios donde, mientras los otros espíritus se quejan de sus domicilios, él no tiene nada que decir y les enseña las fotos de los chicos. Tan real que a veces llega tarde a su empleo en la Corporación porque no se ha despertado temprano y encuentra el baño ocupado. Tan real que si no empieza a ayudar para los gastos de la casa, han amenazado con echarlo este mes a la calle.

Mención especial del jurado:

Café aguado de Chica Pin-up

Café aguado La sirena siempre me espera con el café recién hecho. Dice que la cama es demasiado dura y que se levanta todas las mañanas con unos dolores terribles en la cola. Con ella en casa la calefacción no hace ningún efecto: hay mucha humedad y tengo frío todo el día. Pero no me quejo. Avanzada la tarde la llevo a la playa en una silla de ruedas, tapándola con una manta de cintura para abajo. Cuando llegamos dejo la silla unida a una farola por una cadena, cojo a la sirena en brazos y la llevo hasta la orilla. Me pongo en cuclillas a su lado y la aviso cuando no mira nadie. Entonces ella me da la manta y se zambulle; con la aleta me salpica. Yo permanezco ahí mirando hacia atrás de vez en cuando, vigilando la silla. Al cabo de unas dos horas veo el destello de las escamas al fondo, entonces me levanto y la espero con una toalla en una mano y la manta en la otra. A veces se olvida de quitarse la camiseta y al salir del agua la tiene pegada a los pechos, asfixiando los pezones. Se desploma en mis brazos colorada y jadeando, la siento en la silla, se duerme en el camino. Tiene tanto miedo. De pequeña la confundieron con una merluza y le clavaron un arpón. La rescaté, sé que me quiere. Le voy a comprar una cama de agua.

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