San Valentín – El barómetro de la soledad

  San Valentín es una de esas cosas en las que nadie cree, pero que todo el mundo celebra.
Por la mañana, todo el mundo llega a la oficina y se pone a trabajar como si fuera un día cualquiera. Al poco rato, las chicas, una a una y como por casualidad, empiezan a sacar sus móviles del bolso y dejárselos olvidados encima de la mesa. Pronto alguien que llega, o que no puede callarse más, introduce el tema. Todas creen que no es más que un ardid de las casas comerciales para vender, algunas ni se acordaban que era hoy. Pero otras reconocen que tienen planes, que discuten con las otras chicas. Siempre hay un marido romántico que saca a su mujer a cenar para celebrarlo, o incluso un fin de semana romántico. A media mañana llega el primer ramo de flores. Las chicas felicitan a la agraciada, que sonríe de oreja a oreja, extasiada. Luego la ayudan a buscar algo donde ponerlo, y a colocarlo a la vista de todos. El resto de la mañana, cada vez que llega alguien la pregunta es obligada: «Es de fulanita», dice el coro, mientras ella hace un tímido gesto de vergonzosa satisfacción.

Los mensajes a los móviles empiezan a llegar también. Primero con cuentagotas, pero pronto cada una tiene su SMS, con sus corazoncitos musicales, y sus parejas de conejitos regalándose flores. «Te quiero»,  dicen todos. Por fin satisfechas, las chicas se enseñan las pantallas del móvil unas a otras, mientras comentan lo bueno que es su Manolo, o su Pepe, o su Federico.

Siempre hay alguna que todavía no lo ha recibido. El ceño se le acentúa cada vez más y en sus ojos hay un presagio de bronca doméstica. Siempre hay alguna que se ha separado hace poco y que mira los mensajes con nostalgia teñida de indiferencia. Siempre hay alguna que lo recibe por primera vez, y que lo mira con incredulidad, mientras suelta una risita nerviosa. Siempre hay alguna que lo recibe cuando no lo espera, y otra que lo espera aunque sabe que no lo va a recibir.

Últimos artículos

Scroll al inicio