A vueltas con los secretos.

 

Observar la vida de los demás para descubrir cómo está la tuya.

Mataharis, la película que Icíar Bollaín ha presentado en el Festival de San Sebastián, no sólo trata el mundo de los detectives, en este caso femeninos, sino que habla de cuestiones importantes en el ámbito de las relaciones de pareja. Son cuestiones cotidianas que a simple vista afectan a la mayoría: la conciliación entre trabajo y familia, la rutina, la ética profesional, la incomunicación de la pareja, la infidelidad, la desconfianza, la ruptura.

Ni siquiera hace falta ser detective para averiguar todo lo que se va descubriendo. La mujer lo ha sabido hacer siempre que ha querido. El trabajo detectivesco es la excusa, para demostrar que nos movemos sin que nos pierdan de vista las cámaras ni podemos escapar al control de los móviles.

Nadie puede tener secretos, pero ¿hasta dónde tenemos que compartir el ámbito privado?. Podemos entrar en los e-mails de nuestras parejas igual que antes se abrían las cartas con el vapor de la olla, pero ¿tenemos derecho a hacerlo?

Dice Iciar en una entrevista que esto del espionaje se está volviendo de lo más cotidiano. Esa vigilancia te despersonaliza, te hace objeto. Vas perdiendo el control de tus actos y de tu intimidad. Y sin embargo muchas veces vivimos con alguien sin saber lo que piensa, lo que desea, sin conocernos.

La pérdida de confianza, la incomunicación, el desamor se muestran por las miradas, los gestos y los silencios de los protagonistas. Una vez más Iciar nos muestra la pasta de la que estamos hecho y lo hace con una agudeza exenta de sensiblería, acercándonos a la esencia de las historias.

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