El poder evocador de Julio Medem.

 

Pertenece a ese grupo de creadores que, más que mirar, profundiza en los temas para crear su propia historia-guión que luego mostrará con el poder unificador de sus imágenes.

Imágenes que, en muchas ocasiones, no necesitan de la palabra para transmitir sensaciones y penetrar en el espectador con un escalofrío que recorre de la cabeza a los pies. Hablo de su última película Caótica Ana, pero también de toda su filmografía.

En todas es capaz de hacerte llegar lo más elemental del ser humano, lo primigenio, lo básico, lo bueno y lo malo. Todo lo que nos conforma, la materia de la que estamos hechos, pero eso sí, siempre desde el respeto y la libertad de pensamiento; desde la confrontación de ideas con el fin de mostrarte todo lo que somos; todo lo que hay aquí, en este momento.

En Caótica Ana va más allá. La muerte, presente en sus historias, de alguna u otra manera, convive desde las primeras imágenes, pero no es una muerte triste la que nos va presentando; es una muerte necesaria porque en toda muerte hay un renacer.

Aquí la muerte traspasa un testigo, una memoria de lo que no debemos olvidar con cada muerte violenta. Con el fin, creo, de que aprendamos a rebelarnos para preservar lo bueno que hay en nosotros, mejor dicho en nosotras, porque es a nosotras a quien va dirigida la película.

Es una búsqueda, la de Julio, y nace del amor, del amor a su hermana que se fue joven.

Él ha conseguido que permanezca aún en el recuerdo de las que no la conocimos.

Felicidades MEDEM.

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