Georgia O’Keeffe: El viejo Oeste

Aunque encuadrada en la Escuela Preciosista america, Georgia O’Keeffe (1887-1986) fue la creadora de un estilo pictórico muy personal,  con todo un abanico de influencias.  Es conocida fundamentalmente por sus paisajes y pinturas de flores ampliadas a una escala gigante, trabajados en el límite de la abstracción.

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 Nacida en Sun Prairie (Wisconsin), en una familia de granjeros, estudió en la Escuela de Arte del Instituto de Chicago, en el Art Studen League de Nueva York y en la Universidad de Virginia en Charlottesville. Después ejerció como profesora de arte en Amarillo (Texas) y en Carolina del Sur.  En esa época, influenciada por el trabajo de Picasso, experimentó con el dibujo al carbón, con amplios trazos en línea recta, ondas, diagonales y vórtices rítmicos por todo el papel. 

Mientras estaba en Carolina del Sur una amiga suyo mostró algunos de sus trabajos a Alfred Stieglitz, entonces dueño de una famosa galería de arte neoyorquina conocida como la 291, quien los incluyó en una exposición que organizó la primavera siguiente. Como no le había pedido permiso para hacerlo, O’Keeffe fue a verlo para que los retirara, pero en vez de hacerlo así, Stieglitz organizó al año siguiente la que sería su primera exposición individual y terminó convirtiéndose en su marido.

Stieglitz fue muy importante en la vida de Georgia O’Keeffe;  no solo logró su reconocimiento como pintora gracias a su apoyo, sino que ambos establecieron una relación simbiótica y turbulenta.  Durante mucho tiempo, O’Keeffe fue más conocida por los cerca de 300 retratos y desnudos fotograficos realizados por su compañero que por sus propias obras, empañadas por los prejuicios contra el arte femenino, de tal manera que en muchos ensayos pictóricos o históricos en los que se les menciona como prototipo de pareja de artistas del siglo XX, el papel de O’Keeffe se reduce a poco más que el de una musa que además pintaba.

Tras su matrimonio, O’Keffe pintó su primera obra de gran formato con motivos florales y también sus obras más preciosistas, como las vistas de las calles de Nueva York desde la ventana de su apartamento, con paralelismos con las fotografías de Stieglitz y su énfasis en modelos abstractos de paisajes, parajes naturales y formaciones de nubes. 

En 1929 hizo un viaje con un amigo a Taos, en el desierto de Nuevo México.  El paisaje inabarcable con su atmósfera clara y su luz intensa la fascinó, hasta el punto de que hasta la muerte de Stieglitz, en 1946, alternó estancias en Manhattan y en el desierto.  Después, se instaló permanentemente allí y siguió pintando hasta 1972, cuando empezó a perder la vista. 

Sus paisajes de Nuevo México, su composiciones con cráneos de animales y cruces de madera, se consideraron representaciones del salvaje oeste, el gran mito norteamericano.  Además, O’Keeffe, al contrario que otros artistas, que en cuanto podían viajaban a Europa para beber en las fuentes de los clásicos y estar en contacto con las vanguardias,  no salió de los Estados Unidos hasta que fue anciana. Por eso se la considera la primera artista puramente estadounidense.  

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