La agitación financiera global.

 

De la desconfianza mutua de los bancos a la desconfianza de los consumidores de a pie.  ¿Cuál de la dos genera más miedo a los que manejan los hilos económicos?

Los mercados de dinero, aquellos donde los bancos se prestan entre sí, no están funcionando correctamente. En estos días la prensa económica da buena cuenta de ello. La crisis originada en EE UU a principios de agosto por las hipotecas de alto riesgo ha generado desconfianza en el mercado mayorista: las entidades no se prestan dinero unas a otras porque creen que aquel que pide el dinero puede estar contaminado, y tener dificultades para devolverlo. O, quizás, porque ellas mismas lo pueden necesitar.Esto influyó en el mercado minoritario ante la hipótesis de que se iban a endurecer las concesiones de crédito a particulares y empresa. La semana pasada vimos largas colas en un banco de Londres, el Northern Rock, y esto generó aún más desconfianza.

Tanto una crisis como otra llevó a que se tomaran medidas rápidamente: el Banco Central Europeo anunció que iba a inyectar cientos de miles de millones de euros en los mercados de crédito para prevenir el descalabro de éstos.

El gobierno británico, de la noche a la mañana, cambió las normas de garantía de los depósitos asegurando el 100% de éstos debido a las colas de personas que se han visto retirando su dinero.

La Reserva Federal cogió los remos y salió al rescate del barco antes de que éste se hunda: los tipos de interés están ahora medio punto más bajos que antes del verano, pero muchos analistas opinan que este recorte es insuficiente para que lo sienta el consumidor en sus créditos.

Los analistas económicos no dan soluciones porque no saben cuál es el verdadero alcance de la desaceleración americana, no obstante, la debilidad del dólar les está ayudando para la exportación de sus productos.

Los daños sobre el crecimiento económico van a ser proporcionales a lo que tarde en clarificarse la extensión de un problema que no es precisamente local. Sin embargo, el problema de las crisis financieras es que siempre pagan justos por pecadores.

Todo esto debería, al menos, hacernos pensar que los ciclos económicos fluctúan, cosa que no se tiene en cuenta ante la fiebre inversora o la conquista del dinero sin apenas esfuerzo y, a veces, es preferible guardar el poco dinero sobrante debajo de un ladrillo y no en él, como no dejarse engatusar por los Gescartera y Afinsa de turno.

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