Las formas del secreto ( II )

 

Guardar y compartir secretos son experiencias humanas únicas.

Las acciones clandestinas, buscar un escondrijo, taparse los ojos, enmascarar una intención, ocultar una decepción, disimular una emoción, guardar un tesoro; todas estas expresiones, de una u otra manera describen el secreto. Siempre que hay por medio un secreto, parece que existe una referencia a algo escondido, a ocultar algo. Y pueden acarrear emociones, sentimientos, significados y valores muy diferentes. Tener, guardar, descubrir o confesar un secreto no nos lleva a pensar que un secreto es simplemente cualquier «cosa» o una entidad.  Más exactamente, el secreto constituye una experiencia de relación entre las personas. Podemos distinguir tres formas de vivir el secreto: el secreto existencial, el secreto comunicativo y el secreto personal.

Secreto existencial: me siento junto a la cama de mi hijo/a y charlamos. Son esos momentos en los que, con más o menos frecuencia, se establece una unión que es totalmente única. Es posible que no se sienta este grado de intensidad en la intimidad con ninguna otra persona. Soy consciente de mi complicidad con el/ella. Siento que los conozco. 

Pero a veces una experiencia perturbadora puede destruir este sentimiento de conocer. De repente me recorre un estremecimiento de asombro, una extraña sensación de misterio me domina; cómo este ser humano al que conozco tan bien y del que me siento más cerca que de nadie, está sin embargo tan radicalmente separado de mí. ¿Cómo es posible que este niño, mi propio hijo, suponga para mí un secreto mayor que cualquier otra persona con la que me he encontrado?

Por supuesto, toda persona es, en este sentido, un secreto para nosotros. Jamás dos personas pueden estar completamente abiertas la una a la otra. Forma parte de las relaciones humanas el que al otro se le perciba, en último extremo, como un misterio, como un secreto existencial que nunca se puede revelar o desvelar totalmente.

 

Secreto comunicativo: este secreto es característico no sólo de nuestra experiencia de los niños. Muchos adultos, también, en virtud de algunos rasgos, son incapaces de comunicar todos sus pensamientos o sentimientos, incluso aunque deseen hacerlo. Tanto si nos gusta como si no, hay un límite en lo que somos capaces de compartir con los demás. La persona que conversa con nosotros y nos expresa ciertas ideas, es posible que no intente tener secretos. Y aún así sentimos que hay límites «naturales» para la comprensión interpersonal, y estos límites se pueden sentir en cierto modo como si se guardaran secretos. Si no comprendo a alguien, puedo sentir que esa persona es un secreto para mí, un secreto que me gustaría desvelar pero que en cierto modo permanece cerrado a mis poderes de interpretación.

Secreto personal: Existe el hecho de que a veces decidimos no compartir ciertos pensamientos con los demás. Es el caso normal de guardar secretos personales y tienen consecuencias para las relaciones personales. Éstas tienden a ser menos abierta, menos íntima, menos espontánea. Pensar en un secreto es pensar en personas a las que estamos ocultando algo. Éstos se ocultan a personas que nos importan: padres, hermano, hermana, amigo etc… La imposibilidad de guardar un secreto puede tener que ver con la ansiedad de separación de esos seres queridos. Para un niño pequeño, ocultar un secreto a su padre puede suponer: por una parte, ser consciente de lo estrechamente que está ligado a esa persona y por otra parte flexibiliza y relaja la relación. Por ejemplo una niña siente las normas paternales como irracionales y fuertemente opresivas. Su escondite de los tebeos constituye, un gesto de desafío y de independencia. Al construir este mundo secreto, la niña hace varias cosas: está cuestionando la validez de las órdenes «absolutas» de su padre, aflojando así una relación fuertemente sentida hacia él, confirma un sentimiento de identidad personal y parece estar poniendo a prueba las consecuencias de violar la prohibición paterna; por supuesto que de niño una nunca sabe si, después de todo, puede haber o no un daño inesperado por hacer lo prohibido.

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