Las mascarillas son una forma de cuidar y darle mimo a tu piel, una forma de redescubrir su belleza y salud.
Una mascarilla facial puede actuar tanto superficial como profundamente en la epidermis. Podemos de esta manera borrar los signos de cansancio, hacerle frente al envejecimiento, rehidratar, reparar, dar luminosidad y tersura…
Los tipos existentes son muy variados, pueden ser hidratantes, antiarrugas, purificantes, limpiadoras, clarificantes, relajantes…
Nuestra piel sufre diferentes estados y no siempre necesita el mismo tipo de cuidado, por ello, dependiendo del resultado que se desee obtener aplicaremos una u otra diferente, incluso puede que deban combinarse entre sí.
Las mascarillas deben aplicarse con la piel totalmente limpia para conseguir que su efecto y principios activos surjan y actúen lo mejor posible.
Debemos saber qué clase de mascarilla debemos de aplicar, por ejemplo si nuestra piel necesita luminosidad debemos aplicar una exfoliante, si presenta un exceso de sebo, necesitaremos una purificante.
Muchas mujeres se inclinan hacia las mascarillas caseras, ya no sólo por el coste económico, sino porque las consideran más naturales y fiables.
Existen infinidad de ellas con productos variadísimos. Algunas de ellas son:
Para el cutis mixto: cebada, limón y leche en polvo
Para el acné: aloe vera, manzanilla, cilantro y aceite del árbol del té
Para el cutis graso: pera y zumo de limón
Par embellecer: pepino, clara de huevo y leche en polvo
Para cerrar los poros: clara de huevo, leche en polvo, pepino y manzana
Refrescante: melón y sandía
Contra los puntos negros: piña y miel
Fuente: lindísima