¿Mujeres como las de antes?

 

 Artículo de opinión de Candi Díez.

Arturo Pérez-Reverte se ha quejado en una revista de que ahora ya no existen mujeres como las de antes, lo cual es una perogrullada. Ahora existen las mujeres de ahora. Menudencias aparte, Arturito nos cuenta que acaba de salir del Palace con su amigo Javier Marías y de camino a la Calle Mayor, sin más excusa, se lanza a despotricar contra toda «fea» que se cruza con ellos. Vamos, que si yo lo veo venir, postergo mi deseo inconfesable de meterle el dedo en el hoyito de la barbilla y me cambio de acera. Al menos me consuela que las guapas tampoco le sobrevivan y que acabe abatiendo a una rubia por no saber andar con tacones. ¡Ahí hemos estado ágiles de reflejos mi capitán! Porque reconozco que sus salidas de tono me suelen divertir. Sin embargo, esta vez, lo que ha despertado en mí es una enorme compasión. Siento una compasión infinita por Arturo Pérez-Reverte y por su amigo Javier Marías con quien comparte tan elevados gustos en hembras y hoteles. Sin ir más lejos, califican de sabia la combinación de tacones y falda de tubo. Por supuesto que es sabio combinar gasolina y fuego si quieres quemar un bosque. Lo malo es que nosotras nos hemos puesto un poco focas y sudamos y evacuamos «qué ordinariez» y no nos ha quedado otro remedio que hacernos ecologistas. Visto así, no cabe duda que es un drama que ahora no existan mujeres como las de antes. Aunque, a decir verdad, alguna queda. Lo malo es que debe tener 110 o 115 años y eso no les excita. ¡Pobres! Si yo les comprendo. Son cosas de la edad. A mí me pasa lo mismo. En cuanto un hombre rebasa los cuarenta, incluso un miembro de la Real Academia Española «que ya es decir miembro», «me la suda». Y soy consciente de que una señora nunca diría «me la suda». Por eso lo digo. Porque si para ser una señora hay que atarse los tobillos y correr a comprar el pan dando saltitos como una gilipollas, yo no quiero ser una señora. Hasta mi abuela está de acuerdo conmigo. Mi abuela me cuenta que en los años cincuenta, como algunas mujeres no tenían dinero para comprarse las malditas medias, se pintaban la costura en las piernas. Imagino que si a la señora no le llegaba para medias era porque el señor se gastaba los cuartos en prostíbulos donde las mujeres todavía usaban polisón y enaguas. ¡Ah, qué tiempos aquellos! ¡Qué mujeres las de antes! ¡Qué hombres los de ahora! ¡Qué hotelazo el Palace! P.D: No dejéis nunca de leer al autor de El Capitán Alatriste ni al creador de Corazón tan blanco.

Por si os interesa leer la carta de Arturo Pérez Reverte, ésta es su dirección web:
www.xlsemanal.com/perezreverte

Últimos artículos

Scroll al inicio