Mujeres espía 1.

Introducción

A pesar de que el espionaje entra de lleno en el ámbito militar, dominado por los hombres, miles de mujeres han ejercido de espías a lo largo de la historia. Desde la antiguedad hasta nuestros días,  el sexo ha sido un arma poderosa para sonsacar información al enemigo y, desde Dalila a Mata-Hari, desde las cortesanas de los templos-burdeles instalados por los fenicios en los puertos bajo su control a las actuales mantenidas de los altos cargos gubernamentales,  han sido muchas las mujeres que han espiado a sus amantes.

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Pero no todas utilizaron su cuerpo;  hubo otras muchas que se sirvieron de su habilidad o inteligencia.  Aunque los detractores del espionaje femenino decían que las mujeres no eran aptas para guardar secretos y las criticaban por no tener conocimientos militares ni de alta política, lo cierto es que a menudo esos mismos prejuicios hacían que pasaran desapercibidas, lo que jugaba a su favor a la hora de ejercer como correos o esconder a fugitivos.  De hecho, el menosprecio que sufrían por el hecho de ser mujer servía en ocasiones para salvarles la vida, ya que el enemigo las consideraba poco peligrosas e, incluso en el caso de que las capturase,  no llegaba a ejecutarlas.

Aunque el espionaje es una actividad tan antigua como el mundo, no empezó a regularizarse hasta el siglo XVII, cuando aparecieron los estados centralizados y los espías dejaron de estar al servicio de individuos concretos y pasaron a depender del Estado. En esa época, muchas mujeres participaron en diversas intrigas políticas bajo las órdenes de poderosos reyes y gobernantes, aunque aún de forma minoritaria con respecto a los varones. Pero ya en la Guerra de la Independencia de Estados Unidos (1775-1783) las mujeres demostraron ampliamente su capacidad como espías, trabajando como mensajeras para los patriotas americanos. Algo similar ocurrió durante la Guerra de Secesión (1861), en la que las mujeres hicieron de espías para ambos ejércitos y fueron muchas las damas sureñas que aprovechaban sus amplias faldas para ocultar armas, documentos, uniformes y otros materiales útiles a los soldados.

Sin embargo, el gran momento de las mujeres espía llegó con la Primera Guerra Mundial, la época de la famosa Mata Hari, en la que se convirtieron en elementos cruciales de las redes de los servicios de inteligencia de todos los contendientes. En la Segunda Guerra Mundial, la participación de las mujeres en los servicios de inteligencia aliados fue masiva, tanto que los nazis instalaron un campo de concentración solo para mujeres, el de Ravensbrück.  Los alemanes, por su parte, tampoco se quedaron cortos y, además del famoso Salón Kitty, crearon toda una red de prostíbulos en los que, además de los servicios propios del establecimiento, se recogía toda la información posible para el alto mando.

El período de la guerra fría, que enfrentó a las potencias ganadoras de la segunda guerra mundial hasta el año 1989, fué el de mayor intensidad del espionaje. Pese a la iconografía de la literatura de espías, con el agente 007 a la cabeza, gracias a los avances tecnológicos, que permitieron la aparición de transmisores de radio, micrófonos ocultos y cámaras en miniatura, las heroínas de la segunda guerra mundial fueron sustituídas por mujeres normales que dominaban los nuevos sistemas de información. El espionaje se burocratizó hasta el punto de que hace poco el MI6 británico (la agencia de espionaje británica) publicó un anuncio animando a las mujeres a solicitar un puesto «al servicio de Su Majestad»:  entre otras cosas, la agencia garantizaba a sus empledas la posibilidad de pedir la baja maternal pagada durante seis meses y poder trasladar al resto de la familia al extranjero.

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