Ya llega la Navidad

Lo he notado por los anuncios de turrones, juguetes y colonias, por las luces que empiezan a unir balcones…

 
…y porque este fin de semana en casi todas las cadenas de televisión, la película de sobremesa era: «Una sorpresa para Santa Claus», «La Navidad para los dos» o «Cuélgate las bolas».


Para quien no le gusten estas fiestas, debe ser un auténtico suplicio que cada año empieza antes. Cualquier día nos vemos en la playa con un biquini de espumillón. Pero supongo que, como a todo, hay que sacarle su lado positivo. Supongo que el espíritu navideño se ve deslucido por el ímpetu consumista, pero no podemos olvidar que la Navidad siempre se asocia con la magia, los deseos y la esperanza. ¿Por qué no dejarnos impregnar de esos elementos durante unos días? Todo cambia según desde el prisma con el que se mire. La típica cena de empresa puede verse como una obligación extra laboral donde tienes que brindar con el jefe mientras esperas que se atragante con su cava, o como una forma de confraternizar y conocer una parte interesante de ese compañero que te exaspera por su lentitud al hacer las fotocopias. Las cenas familiares pueden ser otro castigo que cumples con formalidad y que terminas antes de los postres con alguna excusa barata, o una buena oportunidad para compartir tus experiencias vividas durante un año, con ese pariente que puede tener una vida de lo más interesante. Los regalos, los trajes de gala y los manjares exquisitos son variables y moldeables a la situación de cada uno, pero la actitud no entiende de condición social ni económica.
¿Cuándo dejamos de soñar?
Mi sobrina de 9 años, se enteró el otro día quiénes eran los Reyes Magos. Se llevó el mismo disgusto que yo a su edad, incluso peleó tanto por defender su existencia como lo hice yo en su momento. Pero no ha perdido la ilusión, del mismo modo que no la he perdido yo en todos estos años. Tal vez peque de ingenua y decir en voz alta hoy en día creo en las hadas es motivo más que suficiente para incluirte en esa nueva tribu urbana de los freakis. Pero no hace falta decirlo, sino vivirlo; soñar, imaginar, ilusionar y compartir esa ilusión con quien te rodea. La Navidad puede ser una tradición, un invento de los grandes almacenes o un trámite, pero también puede ser una excusa para vivir un momento de una forma especial.

Autor: Elena Tomás.

Scroll al inicio