Este martes, 25 de noviembre es el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, algo que, por desgracia, todavía tiene un carácter reivindicativo en nuestra sociedad, en la que, en lo que va de año, hay constancia de 58 mujeres muertas por violencia doméstica, solamente en España.
Pero la violencia contra la mujer se da en todos los países y ámbitos. Según datos de la OMS cada 18 segundos una mujer es maltratada y, al menos, una de cada cinco mujeres sufre malos tratos en sus hogares, que no siempre son estrictamente físicos, pero sí coactivos y brutales. Para la mayoría de los hombres, educados desde niños para luchar por alcanzar un estatus de riqueza y poder, la mujer suele ser su bien más preciado, la demostración pública de su capacidad de dominar su entorno y salir adelante en la vida. Cuando no consiguen alcanzar los objetivos para los que están programados y se ven desplazados de la posición de macho dominante dentro de su estructura social, relegados a acatar las órdenes de otros, suelen sublimar sus frustraciones ejerciendo la mayor de las tiranías dentro de su ámbito doméstico, es decir, sobre su mujer y sus hijos, a los que muchas veces maltratan por puro capricho. Sin embargo, suele ser cuando la mujer intenta obtener algún grado de autonomía personal y mejorar su autoestima, dejar de ser considerada una posesión para convertirse en una persona, cuando su pareja masculina se asusta y reacciona de un modo agresivo y violento.
Si bien los fundamentos de la violencia sexista están sobradamente analizados, el problema no tiene fácil solución. Aunque en nuestro país las cosas han mejorado mucho, gracias, entre otras cosas, a los avances legislativos plasmados en la Ley Orgánica de Protección Integral contra la Violencia de Género, aún no se ha conseguido la igual real, el necesario cambio de mentalidad social que acabe con el desequilibrio de poder entre hombres y mujeres, contexto básico del que parte y en el que se desarrolla la violencia machista.
En otros países, además, la situación es incluso peor. No podemos hacer aquí un análisis exhaustivo, pero de sobra es conocida la situación de la mujer en países asiáticos y africanos, sobre todo en los musulmanes. América Latina es también un buen ejemplo, y fue precisamente en el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, que se llevó a cabo en Bogotá en 1981, donde se tomó el acuerdo de dedicar un día a la lucha contra la violencia hacia la mujer.
La fecha, 25 de noviembre, fué un homenaje a las hermanas Mirabal: Minerva, Patria y Mª Teresa, activistas contra el régimen de Trujillo, que el 25 de noviembre de 1960 fueron secuestradas por agentes del Servicio Militar de Inteligencia en un lugar solitario cuando iban a visitar a sus maridos que estaban en prisión. Conducidas a un cañaveral próximo, fueron objeto de las más crueles torturas, antes de ser víctimas de lo que se ha considerado el crimen más horripilante de la historia dominicana. Cubiertas de sangre, destrozadas a golpes, estranguladas, fueron puestas nuevamente en el vehículo en el que viajaban y arrojadas a un precipicio, con la finalidad de simular un accidente. La propuesta hecha por este Encuentro fue reconocida oficialmente en 1999 por las Naciones Unidas como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las mujeres.
Este 25 de noviembre se commemorará en nuestro país de diversas maneras. Tal vez la más destacable de todos sea la propuesta por EUDEL (Asociación de Municipio Vascos), que propone que ese día en todas las ventanas de Euskadi se coloque un punto violeta expresando así su repulsa a la violencia contra las mujeres. Para ello han distribuído en los buzones cerca de 500.000 carteles con el emblema de la campaña.