El otro día, mientras esperaba mi turno en la peluquería, se me ocurrió leer una de esas revistas de consejos para mujeres. Era un número antiguo y creo que las recomendaciones eran dadas para pasar un verano deslumbrante, no sé de qué año, aunque supongo que podría aplicarlas también para éste.
Empecé echándole una ligera ojeada aunque pronto comencé a prestar más atención a los artículos, dispuesta a poner en práctica alguno de aquellos consejos, a ver si podría llegar a deslumbrar este verano.
Sin embargo, pronto perdí la cuenta de todo lo que tenía que hacer y no hacer para conseguir un pelo brillante, unos muslos sin celulitis, un bronceado perfecto, una piel elástica y sin arrugas, una mirada seductora, unos labios de escándalo, una sonrisa cautivadora, un estilo impactante y un cuerpo sexy.
No iba preparada para tomar apuntes y mi memoria no fue capaz de absorber tanta información. A la vez que me sugerían un montón de cremas y cosméticos que frenaban los síntomas del envejecimiento y me proporcionaban una piel tersa y brillante, sin arrugas, sin manchas, sin poros ni imperfecciones, también me apuntaban otros potingues como rimel para alargar las pestañas hasta el infinito, polvos para obtener un maquillaje natural y un lápiz esponjoso que hará los labios más gruesos y sensuales. Entonces, me pregunté, ¿para qué quiero todos esos cosméticos si con las cremas que me aconsejaban en el primer artículo ya iba a estar divina? Y, todas esas recomendaciones ¿son para llevarlas a cabo diariamente o sólo en acontecimientos especiales? Supongo que dependerá de lo divina que quieras estar y cuándo lo quieras estar. Y, ¿cuántos trabajos necesitaría para poder pagarme todo eso?
No pude seguir pensando en estas cuestiones ya que llegó mi turno y la peluquera procedió a lavarme la cabeza por lo que todos mis pensamientos se escaparon por la tubería.
Sólo me dio tiempo a llegar a la conclusión de que lo mejor es sentirse bien con uno mismo, con más o menos maquillaje, con más o menos cremas, con sejos o sin sejos.
