I. El efecto Pigmalión

 

 

¿Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotras mismas?; sin factor sorpresa ni deseo, nuestro cerebro anticipa y anula.

Sin embargo, si alguien a quien deseamos nos dice que nos hará cosquillas pero no dónde, sólo con pensarlo se desencadenará todo nuestro interés. Lo que esperamos de los demás o lo que éstos esperan de nosotras, puede provocar un conjunto de acciones que nos lleven mucho más allá de lo que podemos imaginar, en lo mejor y en lo peor. Este principio de actuación a partir de las expectativas, según Alex Rovira, se conoce en psicología como el efecto Pigmalión.

El efecto Pigmalión nace en un texto muy astuto: las Metamorfosis de Ovidio. Pigmalión, fue un escultor chipriota que se enamoró de su obra, a la que, en un rasgo de magnanimidad, los dioses le otorgaron vida. Venus decidió complacer al escultor y dar vida a esa estatua, que se convirtió en la deseada amante y compañera de Pigmalión.

La comedia que G. Bernard Shaw escribió en 1.913 y la película de G. Cukor, My fair lady, 1.964, están inspiradas en él.

Ni siquiera las dos guerras mundiales entre una y otra consiguieron envejecer la traslación del mito, como tampoco los 43 años que han pasado desde el film, nos hace olvidar a una Audrey Herburn convertida en una dama por la esperanza del narcisista profesor Higgins.

La figura de la celestina en casos de enamoramientos también recurre a Pigmalión.  Basta sólo que una de ellas susurre al oído del que ama la insinuación del deseo del otro, para que su comportamiento se transforme.

Nos queda aún saber su influencia en la economía, la medicina o la sociología.

http://www.eduardoharotecglen.net/blog/archives/2005/06/my_fair_lady_es.html

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