Louise Bourgeois

Louise Caroline Bourgeois (París, 25 de diciembre de 1911) es una de las más importantes artistas vivas. A lo largo de una trayectoria que no puede ser narrada linealmente, se ha revelado como una escultora de una inesperada originalidad y de una habilidad única para trabajar con diferentes materiales: desde el mármol y el bronce hasta el látex y el tejido. Su trabajo ha ejercido una de las mayores influencias en el arte contemporáneo desde finales de los setenta y su actividad sin freno sigue inspirando y motivando a las nuevas generaciones de artistas.

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Sus padres eran restauradores de tapices y ella empezó a ayudarles con los dibujos a los diez años; según ella, eso no fue determinante en su carrera artística, aunque toda su producción gira en torno a las emociones provocadas por los recuerdos de su infancia, especialmente la ausencia del padre durante sus primeros años (estuvo en el frente durante la Primera Guerra Mundial) y,  posteriormente la enfermedad de su madre, a la que tuvo que cuidar hasta su muerte, en 1932.  Pero, sobre todo, la relación de su padre con una institutriz inglesa a quién su padre contrató para ocuparse de sus hijos y que se convirtió en su amante, y las consecuencias que esto tuvo para su madre, marcaron toda su obra.   

Tras haber obtenido el bachillerato en 1932, estudió matemáticas superiores y geometría en la Sorbona, esperando encontrar así un orden y una lógica en su vida.  Pero pronto se apartó de ellas, por considerarlas demasiado teóricas y empezó estudios de arte en París, primero en la eEcuela de Bellas Artes y luego en muchas academias así como en la Escuela del Louvre. Tuvo por esa razón de profesores a artistas como Paul Colin, Cassandre o el mismo Fernand Léger.

En 1937 conoció al historiador de arte Robert Goldwater, que se convirtió en su marido al año siguiente. Tras su matrimonio, se trasladó a Nueva York donde  prosiguió el camino que había iniciado en París y llevó a cabo sus primeras exposiciones.  Pronto empezó a cultivar la escultura y a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta abandonó prácticamente la pintura y comenzó a realizar una serie de piezas totémicas en madera que evocaban, mediante su verticalidad, la presencia humana.

Louise Bourgeois ha sido una de las primeras artistas en afirmar la importancia de la autobiografía y la identidad como temas artísticos. Sus obras están impregnadas de una vena psíquica procedente de sus traumas personales de la que ella es plenamente consciente. Sin embargo, su trabajo se aleja de de las representaciones literales que caracterizaban en especial al surrealismo en su relación con el inconsciente, y en ese sentido abrió una vía muy vanguardista del arte contemporáneo. Sus esculturas monumentales de arañas, construcciones oníricas, son uno de los ejemplos más conocidos.

Bourgeois es una artista muy personal, con una metodologia y un lenguaje visual propios en los que resulta muy difícil encontrar alguna influencia o similitud con alguna corriente artística.  Aunque se ganó el respeto de sus contemporáneos con sus primeros trabajos, no fue hasta sus 71 años cuando fue reconocida mundialmente al convertirse en la primera mujer a la que el Museo de Arte Moderno de Nueva York dedicaba una retrospectiva.

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