Autor: gloria
Fecha: 6 Jun 2007
No era la primera vez que tenía conflictos con la ley. En 1933, en Edimburgo, la multaron con 10 libras por estafa, arguyendo que Peggy, el espíritu amigo de la señora Duncan, era en realidad un camisón de mujer que la policía había logrado arrebatarle en el transcurso de una sesión.
Sin embargo, no empezó a preocupar al gobierno hasta 1941: En una sesión en Porsmouth, un marino fue materializado frente a su madre y le dijo que su barco, el HMS Barham, había sido hundido. Uno de los participantes, con toda su buena fe, telefoneó al almirantazgo para preguntar si era verdad.
La inteligencia militar se puso furiosa porque la noticia había sido calificada como de máximo secreto para no minar la moral de los británicos. Fue entonces cuando empezaron a vigilarla, sospechando que era una espía. Sin embargo, Helen no fue detenida hasta 1944, en una redada que la policía hizo en una de sus sesiones.
Al no encontrarse ninguna prueba de estafa, Helen fue acusada de vagabundería pero tampoco pudo probarse. Al final, le aplicaron el Acta de Brujería, una ley de 1735, y la condenaron a nueve meses de cárcel.
Cuando salió en libertad, anunció que no iba a llevar a cabo más sesiones. Sin embargo, en 1956 la policía volvió a irrumpir en una de ellas. Según los espiritistas, este tipo de interrupciones son muy peligrosas, porque el ectoplasma regresa al cuerpo con excesiva rapidez. Lo cierto es que esta vez Helen Duncan se puso enferma.
Se sentía tan mal que regresó a Escocia junto con su familia. Allí ingresó en un Hospital, donde murió dos días después. En la autopsia, le encontraron dos quemaduras en el estómago.
El propio Winston Churchill, horrorizado por el caso de Helen, calificó el Acta de Brujería de payasada. En 1951 fue abolida y sustituida por la Ley de Médium Fraudulentos. Sin embargo, Helen Duncan no fue exonerada. Hoy en día, algunos intentan limpiar su nombre.
Helen Duncan fue una de las médiums más grandes del mundo, una mujer que dio esperanza y confort a muchos, dice Ray Taylor, redactor del Psychic World. Su nieta, Mary Martin, ha iniciado el proceso para conseguir la revisión del proceso y el perdón póstumo para su abuela.
Asegura que Helen era totalmente inocente y califica de ridículo el hecho de que se la considerara una amenaza para la nación durante la II Guerra Mundial.